La permanencia de las Escrituras

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Propósito:
“Es imposible tomar en serio a Jesús sin tomar en serio las Escrituras; es imposible creer que Jesús declaró la verdad absoluta y no considerar que las Escrituras sean la verdad absoluta.”
Introducción:
En las últimas décadas las expresiones “ocúpate de lo tuyo”, “viva y deje vivir” han descrito un enfoque popular de comportamiento. La libertad se ha equiparado con hacer lo que bien nos parezca. El corolario filosófico de esa actitud es el antinomianismo, o el rechazo a la ley, a las regulaciones y a las reglas de todo tipo.
Esa fue la actitud en el antiguo Israel durante la época de los jueces cuando cada uno hacía lo que bien le parecía.
El antinomianismo se refleja en nuestra era en existencialismo personal, es decir el concepto que enseña la satisfacción sólo en el momento actual, sin importar normas, códigos o consecuencias.
El rechazo a la autoridad es consecuencia lógica del existencialismo personal; no queremos que alguien más emita reglas para nosotros o nos pidan cuentas por lo que decimos o hacemos. La consecuencia inevitable de esa filosofía es el resquebrajamiento del hogar, la escuela, la iglesia misma, el gobierno y la sociedad en general. Cuando nadie quiere rendir cuentas a nadie, lo único que sobrevive es la anarquía.
Ni siquiera la iglesia se ha escapado de tales actitudes.
Desde hace ya varios años, cuando empezaron a surgir nuevas doctrinas, falsos profetas y los que se auto denominaron apóstoles, salmistas etc., con tal de llenar sus auditorios y sus cuentas, dudan o incluso se niegan a disciplinar a miembros que son flagrantemente inmorales, deshonestos o herejes, porque por temor a ofender, a perder su apoyo económico, a ser catalogados como anticuados o legalistas, o incluso por temor a pasar por encima de los supuestos derechos de alguien más, existe una falla generalizada en mantener las claras normas de la justicia de Dios en su propia iglesia. En nombre de la gracia, del amor, el perdón, y otras enseñanzas y normas bíblicas “positivas”, se minimiza el pecado o simplemente se disculpa.
Algunos cristianos afirman que debido a que la gracia de Dios cubre toda ofensa que un creyente pueda cometer, no hay necesidad de molestarse en cuanto a vivir en santidad. Algunos sostienen incluso que debido a que la carne pecaminosa no está actualmente redimida de su corrupción y a que va a ser eliminada en la glorificación, no hace ninguna diferencia lo que esa parte de nosotros haga ahora. Nuestra naturaleza nueva, divina e incorruptible es buena y eterna, y eso es lo único que cuenta.
Esa idea es simplemente un renacimiento del dualismo griego que causó tantos estragos en la iglesia primitiva, y con lo que el apóstol Pablo luchó y trató en sus cartas a la iglesia en Corinto.
Pero ni siquiera el cristianismo sincero puede dejar de tener dudas acerca de la relación entre la ley y la gracia. El Nuevo Testamento enseña claramente que en algunas maneras muy importantes los creyentes son liberados de la ley. Sin embargo ¿cuál es exactamente nuestra libertad en Cristo?
En Mateo 5:19 el Señor enfrenta esa pregunta y reafirma lo que esa libertad ¡NO! puede querer decir.
Mateo 5:19
En el versículo 17 Jesús había señalado la preeminencia de la ley, debido a que fue inspirada por Dios, afirmada por los profetas y cumplida por el Mesías, el Cristo.
En el versículo 18 mostró la permanencia de la ley, y su duración sin el más mínimo cambio o reducción “hasta que pasen el cielo y la tierra”. Ahora en este versículo 19 muestra la pertinencia de la ley.
En los versículos 17 y 18 Jesús declaró que vino a cumplir y no a abrogar ni desobedecer la ley, y en el verso 19 declara que los ciudadanos de su reino tampoco deben minimizarla ni desobedecerla.
A la luz de su propia actitud y respuesta a la ley, Jesús enseña ahora cuál debe ser la actitud y la respuesta de sus seguidores.
La ley es pertinente para aquellos que creen en Cristo, debido al propio carácter de esa ley a las consecuencias de obedecer o desobedecer, y a qué sus demandas se clarifican y se hacen cumplir en todo el resto del Nuevo Testamento.
Este versículo me parece muy importante porque tiene un inicio contundente. La frase “de manera que” o “por tanto”, hace referencia a lo que el Señor Jesucristo acababa de decir en cuanto a la ley.
La ley es totalmente aplicable a quienes confían en Dios, porque su palabra es exaltada por los profetas y cumplida por el Mesías mismo. puesto que la Biblia no es una colección de ideas religiosas de hombres, sino la revelación de Dios de la verdad divina, sus enseñanzas no son especulaciones para ser juzgadas, sino verdades para ser creídas; sus mandamientos no son sugerencias que deben considerarse sino requerimientos que deben seguirse.
Debido a que la Biblia es dada por Dios para el ser humano, nada puede ser más relevante para el hombre que esta revelación. La Biblia es la norma de relevancia por medio de la cual deben medirse todas las demás relaciones.
Ahora bien, el texto habla de consecuencias positivas y negativas; y esas consecuencias dependen de la respuesta que el individuo dé.
Quien enseñe a los hombres a hacer caso omiso o a desobedecer cualquier parte de la palabra de Dios es un infractor aún mayor. No solo quebranta el mismo la ley sino que hace que otros la quebranten. Además de eso, su desobediencia obviamente es intencional. Es posible incumplir los mandatos de Dios por desconocimiento de ellos o por olvidarlos; pero enseñar a otros a quebrantarlos tiene que ser consciente e intencional.
La consecuencia negativa
Lo primero que el Señor Jesucristo menciona en este texto es lo negativo. El término “quebrante” era una palabra común en el Nuevo Testamento y puede llegar a significar romper, soltar, liberar, disolver o incluso derretir.
La idea aquí es la de anular la ley de Dios, o invalidarla al liberarnos de sus requisitos y normas. La naturaleza humana caída se resiente de las prohibiciones y exigencias, hasta los cristianos son tentados a modificar y debilitar las normas de Dios. Debido a ignorancia, malentendidos o indiferencia absoluta, los creyentes encuentran razones para hacer que los mandatos de Dios sean menos exigentes de lo que son.
Pero cuando un cristiano deja de reverenciar y obedecer la palabra de Dios, incluso en el más mínimo grado, en ese aspecto no está pareciéndose a Cristo porque aquello es algo que Cristo se negó a hacer.
Cuando Ud. y yo oramos, “Señor, yo quiero ser más como tú y menos como yo”, se refiere a hacer lo que Cristo hizo y lo que se negó a hacer.
Hay un dicho que dice: “primero es uno que dos” y en la palabra de Dios se explica claramente ese dicho:
cuando un intérprete de la ley entre los fariseos le preguntó a Jesús, cuál era el más grande mandamiento, el Señor Jesucristo respondió sin vacilar: “amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento”. Luego siguió diciendo “el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El Señor Jesucristo resumió la ley en dos mandamientos muy importantes amarás al señor tu Dios y amarás a tu prójimo; eso no quiere decir que los demás mandamientos ya no tendrán por qué cumplirse. Al contrario, estos dos primeros mandamientos nos marcan la importancia de los demás, no es posible que tú digas que no tienes envidia, que digas que nos robas, que no matas, que respetas el día de reposo, que no adúlteras, ¡pero subvaloradas a Dios y su palabra y odias a tu hermano a quien ves!
El planteamiento que el señor Jesús hace en este texto no es de permisibilidad para quebrantar, hacer caso omiso, o modificar, o desobedecer, ni siquiera uno de estos mandamientos más pequeños.
Podríamos interpretar que hay unos mandamientos más grandes que otros pero por más que interpretemos ese texto de esa manera, ninguno escúchame bien, ninguno podrá ser desestimado.
El apóstol Pablo en hechos 20: 27 nos muestra la relevancia y la importancia que la palabra de Dios tiene cuando dice:
Quien enseñe a los hombres a hacer caso omiso o a desobedecer cualquier parte de la palabra de Dios es un infractor aún mayor. No solo quebranta el mismo la ley sino que hace que otros la quebranten. Además de eso, su desobediencia obviamente es intencional. Es posible incumplir los mandatos de Dios por desconocimiento de ellos o por olvidarlos; pero enseñar a otros a quebrantarlos tiene que ser consciente e intencional.
Santiago dice en 3:1
Cada creyente, escúchame ¡cada creyente, es responsable! de sí mismo, pero quienes enseñan también son responsables por aquellos a quienes enseñan. Mira lo que nos enseña el profeta Isaías en 9:15-16
La advertencia del señor Jesús no se aplica simplemente a maestros oficiales o formales, “toda persona enseña”. Por nuestro ejemplo ayudamos continuamente a quienes nos rodean a ser más obedientes o más desobedientes. También enseñamos por medio de lo que decimos. Cuando de manera amorosa y respetuosa hablamos de la palabra de Dios, enseñamos amor y respeto por ella. Cuando de manera despectiva o con desprecio hablamos la palabra de Dios, enseñamos a hacerle caso omiso o a irrespetarla. Cuando hacemos caso omiso a sus exigencias, damos testimonio en voz alta de la poca importancia que ella tiene para nosotros.
El apóstol Pablo continúa diciendo hechos 20 :28-30
Desdeñar incluso la parte más pequeña de la palabra de Dios, como sus ordenanzas, por ejemplo, es demostrar desprecio por toda ella porque sus partes son inseparables. Santiago dice en 2:10
Por tanto, hacer caso omiso o rechazar lo mínimo de la ley de Dios es desvalorizarla toda y convertirse en muy pequeño en Su reino.
La consecuencia positiva
El resultado positivo es que “cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el Reino de los cielos”. El señor Jesús vuelve a mencionar aquí los dos aspectos de hacer y enseñar. Los ciudadanos del reino deben guardar todas las partes de la ley de Dios tanto en su vida en su caminar como en su enseñanza 1ª Tesalonicenses 2:10-12.
El apóstol había sido fiel para vivir y enseñar entre ellos toda la palabra de Dios, tal como había hecho en Éfeso y en todos los lugares donde ministró.
La ley moral de Dios es un reflejo del mismo carácter de Dios y es por tanto inmutable y eterna.
El apóstol Pablo le enseña a su discípulo Timoteo: esto manda y enseña y sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe, y pureza y casi al final de la misma carta el apóstol le dice a Timoteo que huya de todas las cosas malas y que como un hombre de Dios, siga la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Que pelee la buena batalla de la fe, que eche mano de la vida eterna a la cual a sí mismo fue llamado.
Pablo guardó y enseñó toda la palabra de Dios y por tanto será llamado grande en el Reino de los cielos. Hoy nadie que no haga lo mismo estará en la jerarquía de los grandes Santos de Dios.
Conclusión
Yo quiero que tú sepas esto: la grandeza no está determinada por dones, éxito, popularidad, reputación, o tamaño del Ministerio, que tan grande es la iglesia, o la denominación, qué tan versado eres en disertar la palabra de Dios, sino por el punto de vista que el creyente tenga de la Biblia según se revele en su vida y en su enseñanza.
La promesa del señor Jesús no es simplemente para grandes maestros como Pablo, Agustín, Calvino, Lutero, Wesley, o Spurgeon, su promesa se aplica a todo creyente que enseña a otros a obedecer la palabra de Dios cuando de manera fiel cuidadosa y amorosa vive mediante esa palabra y habla de ella.
No todo creyente tiene el don de enseñar las profundas doctrinas de la Biblia, pero todos, escúchame bien, todos están llamados a enseñar la correcta actitud hacia la palabra y pueden hacerlo.
¡¡¡AMÉN!!!