El divorcio: colapso moral

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Propósito:
“La palabra divorcio, solo significa acomodar la palabra de Dios a los pensamientos humanistas de una sociedad alejada de Dios”.
El matrimonio es una institución muy importante, puesto que es la principal fuente de la institución familiar y ésta a su vez es la célula de la sociedad.
Actualmente nuestra sociedad atraviesa por una crisis que repercute en el terreno social y moral. El índice de divorcios es cada vez más elevado y se da principalmente en parejas a las que se podía haber orientado mejor acerca de lo que es el matrimonio.
Las sociedades son dinámicas, cambian con el tiempo y con ellas las relaciones más íntimas que forman parte de ella. Hoy formar pareja, decidir la vida en común y tener hijos ya no es lo mismo que hace algunos años. Cada vez son más las parejas que optan por la convivencia y la familia, pero sin recurrir al matrimonio tradicional.
las tasas de matrimonio han caído en los últimos años alrededor de todo el mundo. Los lugares en donde hay mayor probabilidad de encontrar parejas que contraen matrimonio son África, Asia, y el Medio Oriente, seguidos por Europa, América del Norte, Oceanía y finalmente América del Sur.
El número de parejas que optan por la convivencia sin matrimonio ha ido en aumento, liderando las estadísticas América del Sur con Colombia, Perú y Argentina.
Socialmente la independencia del ser humano se establece tradicional y jurídicamente a partir de los 18 años de edad. Para casarse se debe tener 18 años; cada pareja podrá elegir vivir en la misma vivienda o no, compartir sus bienes o plantearlos divididos desde el comienzo (las capitulaciones). Al elegir la separación de bienes, cada parte adquiere sus posesiones como si no estuviera casado.
El divorcio, a partir de ahora sólo necesita que uno de los dos contrayentes (ya no se habla de hombre o mujer) lo desee, sin causas eternas ni plazos.
El matrimonio igualitario se incorpora completamente.
En cuanto a los deberes conyugales, se elimina como obligación la fidelidad, lo cual hace que el adulterio ya no pueda considerarse causal de divorcio. Así como cada pareja decide si convive bajo el mismo techo o no, tampoco se exige el “mutuo respeto”, lo cual cambia por el deber de asistencia y alimentos.
En américa del Sur menos del 40% de los adultos se encuentran casados.
Ya no van más los plazos y las causas indefinidas a la hora de la separación. Las culpas de la ruptura y las terapias desaparecen. Sólo se necesita que uno de los cónyuges lo decida, para pedir el divorcio efectivo.
La visión que a partir del siglo XX se conformó sobre el matrimonio difiere bastante de aquella que se mantuvo durante los milenos precedentes y ha venido determinada por dos factores esenciales.
Por una parte, la adquisición de los derechos de la mujer, ya en igualdad de condiciones con el hombre; por otra, la desacralización de dicha unión, en sintonía con la progresiva pérdida de peso de las religiones en la vida privada.
El horizonte de la mujer deja de ser únicamente el de ama de casa y los divorcios aumentan Si el siglo XIX fue el siglo del amor, el XX fue el siglo del sexo. Especialmente, de los años sesenta para adelante. Las relaciones sexuales esporádicas dejaron de ser tabú y comenzaron a ser aceptadas (incluso aplaudidas) socialmente, y los métodos anticonceptivos contribuyeron a hacerlo todo más fácil.
Finalmente, en los años setenta la legislación de la mayor parte de países occidentales ya podía considerarse como neutral para hombres y mujeres que, si bien desempeñaban roles distintos en la pareja, veían cómo la ley los reconocía de la misma manera. Los divorcios aumentan en un 100% en E.U y muchos países de Europa y se convierten en práctica habitual en Occidente. El horizonte vital del sexo femenino ya no es únicamente ser ama de casa y esposa.
Al matrimonio sólo le faltaba una última frontera por cruzar, la de las relaciones homosexuales. España aprobó los matrimonios gais en julio de 2005; posteriormente, Francia hizo lo propio.
Finalmente, el matrimonio como institución universal, ya sea con acuerdos de divisiones previas, convivencia o definiciones en caso de ruptura ha cambiado en todos sus aspectos legales; más allá de las diferencias, la necesidad de organizar las relaciones de pareja y la constitución de familias es fundamental.
Las muchas ideas confusas y contradictorias en nuestros días acerca de la enseñanza bíblica en cuanto al divorcio no las ocasiona ninguna diferencia en la revelación de Dios, si no el hecho de que el pecado a nublado las mentes de los hombres a la franca simplicidad de lo que Dios ha dicho.
Cuando las personas leen la palabra de Dios a través de los lentes de sus propias ideas preconcebidas o sus disposiciones carnales, el único resultado posible es una imagen confusa y desconcertante. La confusión no se debe a Dios sino a los seres humanos.
Existen muchas situaciones que pueden identificar las causas que han venido destruyendo la familia, pero estando de acuerdo con muchos escritores psiquiatras y teólogos la causa principal de los problemas emocionales y el mayor perjuicio para la familia es el divorcio.
La tendencia hacia el divorcio rápido y fácil, y la tasa de divorcios es cada vez mayor, someten a más y más niños a la realidad de padres física y emocionalmente ausentes.
Los efectos dañinos del divorcio en hijos y padres y en la familia y la sociedad como un todo serían razones más que suficientes para estar preocupados por el problema. Pero la tragedia suprema del divorcio es que se transgrede la palabra de Dios.
En muchas iglesias se minimizan los problemas de divorcio y segundas nupcias o se les hace caso omiso. Las normas y políticas de la Iglesia o no existen o se han acomodado a los caprichos de la congregación.
A menudo cuando se enfrentan esos problemas no se los trata con una firme base bíblica. Muchos de los líderes de las iglesias admiten no tener un entendimiento claro de lo que la Biblia enseña exactamente en cuanto a lo correcto o incorrecto del divorcio.
Al igual que muchas personas hoy en día, los judíos de la época del señor Jesús, caracterizados por los escribas y fariseos, habían desarrollado sus propias normas para el divorcio y segundas nupcias, las cuales enseñaban como normas de Dios.
En el texto que quiero compartirles el día de hoy el señor Jesús sigue corrigiendo las doctrinas y costumbres equivocadas de las tradiciones rabínicas, reemplazándolas con la verdad.
Cristo enseña que, el divorcio lleva a romper esta unión de “una sola carne”, al exponer a los divorciados a unirse con otras personas, cometiendo así el pecado de adulterio. De modo que es gravísima la enseñanza de los fariseos, que, en lugar de restringir el adulterio y el divorcio, lo estaban promoviendo.
En medio de una advertencia bíblica contra el adulterio se instruye a los esposos: “sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre”.
Dios ha diseñado y bendecido la expresión sexual dentro del matrimonio, y difamar o denigrar esa expresión adecuada con prácticas como castración o celibato obligado es algo tan perverso como la fornicación, el adulterio, o la homosexualidad.
La solución a la impureza sexual no puede ser meramente externa porque la causa no es externa. La infidelidad física es ante todo un asunto del corazón, y que la lujuria es tan pecaminosa a los ojos de Dios como el acto mismo del adulterio.
La ley mosaica describe al adulterio como un acto de los pecados más despreciables y abominables, sancionable con la muerte. En su fuerte oposición al adulterio, la tradición judía parecía ser totalmente bíblica. Cuando los escribas y fariseos le dijeron a Jesús que Moisés les ordenó apedrear a la mujer atrapada en el acto del adulterio, tenían razón. Si Jesús no hubiera perdonado el pecado en la mujer, esta habría sido apedreada.
A lo largo del Nuevo Testamento las prohibiciones contra la inmoralidad sexual son tan claras como las del Antiguo Testamento.
Sin importar cuánto pueda cuidarse mutuamente y cuán profundamente enamorado este de una pareja, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son prohibidas. En todo caso, y sin excepción se trata de un pecado abominable contra Dios.
“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. El señor Jesús está hablando aquí de una observación intencional con el propósito de codiciar.
Está hablando del hombre que mira de este modo con el fin de satisfacer su deseo perverso. El señor está hablando del hombre que ve una película pornográfica, que selecciona un programa de televisión conocido por su orientación sexual, que va a una playa conocida por sus trajes de baño muy cortos, o que hace cualquier cosa con la expectativa y el deseo de excitarse de manera sexual y pecaminosa.
Mirar con lujuria una mujer no hace que un hombre cometa adulterio en sus pensamientos, él ya adulteró con ella en su corazón. No es la mirada lujuriosa lo que ocasiona el pecado en el corazón, sino que es el pecado en el corazón lo que causa la mirada. La mirada lujuriosa no es más que la expresión de un corazón que ya es inmoral y adúltero. El corazón es el terreno donde están enterradas y empiezan a germinar las semillas del pecado.
El señor Jesús no está hablando de exposición inesperada e inevitable a la tentación sexual. Cuando un hombre ve una mujer vestida de un de tal o cual manera. Sin duda Satanás tratará de tentarlo con pensamientos de lujuria. ¡Escúchame!, ¡escúchame!, pero no hay pecado si la tentación se resiste y la mirada se vuelve hacia otra parte. Lo que Jesús condena es mirar continuamente con el fin de satisfacer deseos lujuriosos, porque esto evidencia un corazón vil e inmoral.
El rey David no tuvo culpa por ver a Betsabé bañándose. Él no pudo haber dejado de notarla porque ella estaba a la vista mientras él caminaba por la terraza del palacio. El pecado de David estuvo en su insistencia en mirar y en sucumbir de modo voluntario a la tentación. Él pudo haber alejado la mirada y sacar la experiencia de su mente. El hecho de que el rey hubiera llevado a Betsabé a sus aposentos y cometiera adulterio con ella expresó el deseo inmoral que ya existía en el corazón de él.
Es en ese reconocer su pecado que el rey David escribe el salmo 51; ese es el clamor de un adúltero verdaderamente arrepentido (leer el ver 1-3)
Un proverbio popular dice: “siembra un pensamiento y cosecharás un acto; siembra un acto; y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”.
Lo anterior quiere decir termine donde termine, el pecado siempre empieza cuando un mal pensamiento se siembra en la mente y en el corazón
Ser infiel es una de las mayores traiciones. No lo dice solo la sociedad, lo dice también el «pacto» que se «firma» cuando comienza una relación.
«Una infidelidad está mal vista porque es la ruptura de un pacto que haces con tu pareja, y si ese pacto se rompe te sientes traicionado. Esa traición lo que hace es que acaba con la confianza que se había construido».
Déjeme le comparto por lo menos siete tipos de infidelidad:
Mateo 5:31-32
Lo primero a mencionar, es que la ley mosaica no habla del adulterio en relación con el divorcio, ya que el adulterio era castigado con lapidación.
En la cultura oriental desde épocas de Moisés, la mujer era tenida en muy poco, y muchas veces quedaba desprotegida porque simplemente el marido no quería tenerla más como esposa y literalmente la echaba a la calle. Israel fue influenciado por este comportamiento, y en medio de este caos se necesitaba un orden que limitara este comportamiento. Así, la legislación civil del pueblo de Israel, dada por Dios a través de Moisés, limitaba y controlaba la práctica del divorcio.
Como con todas las demás Escrituras, los fariseos torcían su sentido, olvidaban el espíritu de la ley, y daban su propia interpretación de esta, yendo aún, en contra de ella. Mal interpretaron las instrucciones en cuanto al divorcio.
A. Lo consideraban un mandamiento
Quedas con una persona que te gusta o te atrae para «hablar» pero debajo de esa inocente quedada, hay un deseo de fundirte con esa persona. «Se suele empezar por aquí, para luego acabar entre las sábanas y consumar la infidelidad sexual. A base de quedadas reiterativas con esa otra persona, todo bajo el paraguas de ir creando una buena y bonita amistad, se camufla las verdaderas intenciones».
B. Lo justificaban por cualquier causa
Este tipo de infidelidad gracias a las nuevas tecnologías es muy cómoda y recurrente. El « sexting ». que es el intercambio de fotos o contenido erótico con una tercera persona. o hacer ciber-sexo podría ser otra forma de ser infiel.
«Es muy cómodo ya que puedes conectarte a la hora que quieras (incluso si tu pareja está en casa).
¿Qué dice Cristo del divorcio?
Ahora el Señor dador de la ley, la máxima autoridad para interpretar su propia Palabra, da la exposición correcta, la interpretación correcta de toda la enseñanza de la escritura respecto a este tema. Jesús tiene en mente, y lo expone también en otro pasaje de Mateo, el diseño de Dios respecto al matrimonio. Él ha determinado el matrimonio como una unión indisoluble, tal como Dios lo define en la creación del ser humano, Gén. 2:24. Este es el principio de Dios, una unión de “una sola carne” solo se cumple en un matrimonio indisoluble. Así que el matrimonio en el diseño de Dios es indisoluble.
A. Hay una sola causa legítima para el divorcio, la infidelidad
Pero a causa de la dureza del corazón del hombre, el pecado ha entrado, al punto de romper esta unión de “una sola carne” por el adulterio, y toda clase de conducta sexual aberrante.
Así es como responde el Señor a la pregunta de los fariseos, fue por causa del corazón duro que se permitió el divorcio, pero ese no es el diseño de Dios. Podemos decir entonces, que la única causa legítima que un cónyuge puede alegar para divorciarse de su esposo(a), es por causa de infidelidad.
La parte inocente queda libre, y podría casarse con otro, la parte culpable no tiene tal derecho. Pero el Señor no está ordenando divorciarse como tampoco la ley lo ordena. En Cristo hay esperanza y perdón, hay restauración, si se reconoce el pecado y se busca la ayuda y consuelo en el Señor.
B. Los fariseos estaban preocupados por las causas del divorcio, el señor Jesús por la institución del matrimonio.
¿Recuerdan el texto de mateo 19:3-6?
La respuesta del señor Jesús no fue respuesta. Rehusó responder a la pregunta de ellos. En cambio, les hizo a su vez una pregunta acerca de su lectura de las escrituras, los envió de vuelta a génesis, a la creación de la humanidad como varón y hembra y a la institución del matrimonio, por la que un hombre dejará a sus padres y se unirá a su mujer y los dos serán uno.
Esta definición bíblica implica que el matrimonio es exclusivo: “un hombre una mujer” y que es “permanente”.
Jesús elige estos dos aspectos del matrimonio para acentuarlos en los comentarios que hace inmediatamente (ver. 6) primero así que no son ya más dos sino una sola carne, y segundo por tanto lo que Dios juntó no lo separe el hombre.
Así el matrimonio según la exposición que hace nuestro Señor Jesucristo de sus orígenes es una institución divina mediante el cual Dios hace una sola persona, permanentemente, de 2 personas que resuelta y públicamente dejan a sus padres para formar una nueva unidad de la sociedad y así ser una sola carne.
Cristo enseña que, el divorcio lleva a romper esta unión de “una sola carne”, al exponer a los divorciados a unirse con otras personas, cometiendo así el pecado de adulterio. De modo que es gravísima la enseñanza de los fariseos, que, en lugar de restringir el adulterio y el divorcio, lo estaban promoviendo.
¿Qué idea nos vende la sociedad actual acerca del matrimonio?
¿Es la idea bíblica de unión indisoluble, de amor y ayuda mutua? ¿Estamos muriendo o estamos dispuestos a morir a nosotros mismos para reflejar el amor de Cristo en nuestras relaciones matrimoniales?
El matrimonio es reflejo de la unión de Cristo con su iglesia, Ef. 5:21-32 (azul), Cristo nunca deja a su iglesia, nunca la repudia, nunca le es infiel. Y como creyentes debemos entender así el matrimonio, según el diseño de Dios, y no según la filosofía del mundo. Para el mundo el matrimonio es un contrato, que puede ser disuelto en cualquier momento, para el mundo es normal que, si hay ciertas incompatibilidades de caracteres, ciertas diferencias, o si se acabó el amor, entonces se puede romper el pacto del matrimonio. Al punto que algunos piensan que es mejor vivir en “unión libre” o “relación abierta”, cambiando de pareja cuantas veces quieran, sin asumir compromiso alguno, cayendo en lo que Dios llama fornicación.
Jesús enseña que el diseño de Dios es una unión indisoluble, atentar contra ella, es atentar también contra nuestra pureza y la de nuestro prójimo, tu y yo debemos considerar una nueva perspectiva acerca del matrimonio y el divorcio, así pues, el señor Jesucristo manda a:
– Los casados, amen a su cónyuge como el regalo que Dios les dio: recuerden que deben reflejar el misterio de la unión de Cristo con su iglesia. Cristo no reniega de su iglesia, él no la ve fea, ni vieja, ni buena para nada, sino que la santificó para sí mismo, y la ve hermosa, sin mancha ni arruga. La iglesia nunca puede ver a Cristo como un ogro pues la cuida y sustenta tiernamente, nunca podrá encontrar otro mejor que él, por eso siempre está sometida a Cristo. Casados, ni siquiera piensen en divorcio, sino en la gracia de Dios que les mantiene unidos, así como la iglesia se mantiene unida a Cristo, y Cristo está unido a su Iglesia. Corran a Cristo para que él los sostenga.
– Los solteros con perspectivas de casarse en el mediano o largo plazo. No piensen como el mundo que dice “si no funciona nos separamos y ya, o mejor probamos un tiempo, y si nos va bien nos casamos”. Eso es atentar contra Dios, y contra sí mismo, porque la unión una vez hecha no se rompe sino con la muerte. Miren a Cristo, busquen honrar solo a Cristo, y podrán construir un matrimonio para la gloria del Señor.
– A los divorciados, se les puede decir, en la cruz de Cristo, hay perdón, restauración y transformación. Dios puede perdonar su pecado al romper su pacto matrimonial, si ya no puedes cambiar tu situación, Dios es abundante en perdonar. Reconoce tu pecado y mira al Señor que en la cruz murió por ti para perdonarte y limpiarte de toda maldad, si te permite empezar de nuevo un hogar, atiende la instrucción divina acerca del matrimonio.
– A los que han caído fornicación, adulterio o cualquier acto de infidelidad conyugal, la bondad de Dios te puede llevar al arrepentimiento, a apartarte de ese pecado, a limpiarte de toda iniquidad, y su gracia es poderosa para restaurarte y sanar tu corazón y tu relación matrimonial. A los que han sido víctimas de la infidelidad de su cónyuge, Dios también les puede sanar, y su gracia que les ha perdonado todos sus pecados, es poderosa para ayudarles a perdonar, él puede restaurar también su relación matrimonial.
¡¡¡AMÉN!!!