Nos llegó el tiempo de madurar
Comparte este artículo
Introducción
La semana anterior concluimos desafiados con una pregunta que Jesús les hizo a los creyentes, y era si nos íbamos a marchar o ser verdaderamente sus discípulos, supongo que el que estemos hoy acá es evidencia de que ya tomamos una decisión, pero si decidiste ser su discípulo no olvides que esto nos lleva a estar mostrando con nuestro estilo de vida al Maestro en cualquier momento, lugar, situación, palabra o acción que tengamos; lo cual nos debe motivar cada día para ser más como nuestro Maestro y como Él dijo estar dispuestos a dejar todo por Él; pero es importante aclarar que es dejar todo, quiere decir que nuestro todo en primer lugar debe ser Él, que el tesoro más grande y que más pese por encima de cualquier persona, criatura o cosa sea nuestro Maestro. Aclarado eso, recordaba que en el mundo educativo hay una frase que me recordaban que dice “el estudiante debe superar a su maestro”, y en el caso de este mundo eso puede pasar, Aristóteles superó a Platón, Tomás de Aquino a Alberto Magno, incluso los discípulos de los fariseos llegaba a convertirse en otro fariseo más y pueden haber miles de ejemplos en cada una de las profesiones que ejercemos; pero el discípulo de Jesús no lo va a superar, porque estoy casi seguro que ninguno de los que estamos acá, tendríamos la valentía de aprender por experiencia todo lo que nuestro maestro vivió para poder afirmar que completamos el aprendizaje.
Es importante mencionar esto, porque hay creyentes o líderes religiosos, que hasta toca decirles su santidad o llegó el súper apóstol, creen o quieren que los traten superiores al mismo Maestro, y esto no va a ser posible, en ninguna circunstancia.
Pero esto no lo digo para desanimarnos sino al contrario para motivarnos a no limitarnos a saber del Maestro sino a continuar permanentemente aprendiendo, buscar ser, pensar y actuar como un verdadero discípulo de Jesús hasta nuestro último suspiro que tengamos en este lado de la gloria.
También mencionamos que así como parte del ADN que deberíamos tener como creyentes era formarnos como “discípulos”, la misma misión de IFRAN hablaba de ser “maduros”, y así como entramos a cuestionarnos sobre si realmente somos o no sus discípulos, hoy es el día de preguntarnos si somos personas que con nuestro estilo de vida reflejamos que en nuestra alma y espíritu hemos crecido con los años o nuestro comportamiento demuestra que estamos en la niñez, que en lugar de ser discípulos maduros no somos más que creyentes llenos de infantilismos y fanatismos que nos impide marcar la diferencia ni siquiera ante un incrédulo.
Mencionamos hace una semana que el discípulo no se hace por obligación ni porque le toca sino por amor, por amor al Maestro quien permanentemente ensancha nuestro corazón día a día para ayudarnos a obedecer el evangelio, e irnos llevando a ser más como Él.
pero en esa cercanía, espera que momento a momento dejemos atrás nuestro estilo de vida anterior para llevar el estilo de vida del Maestro, a eso tendríamos que haber renunciado; sin embargo, muchos creyentes, incluso muchos discípulos mantienen pautas y actitudes en su vida que impiden alcanzar la madurez, y es precisamente de eso que vamos hablar el día de hoy, de una palabra que es usada en el Nuevo Testamento y es el verbo “katarguéo”, que desde ya le adelanto quiere decir, dejar a un lado, descartar, dejar inoperantes.
Años atrás escuchamos a una líder política diciendo a un grupo de jóvenes “estudien vagos” por una situación que se estaba viviendo, pero hoy amada IFRAN, creyentes y discípulos de Jesús vengo a decirles, que, así como fuimos desafiados a seguir o abandonar hace ocho días, nos llegó el tiempo de madurar, o acaso no ha escuchado nunca el “madure”, pues esa es la invitación de esta mañana.
El apóstol Pablo describe su propia experiencia, no sé si él habra escuchado esa frase que acabo de decir o no, pero él sabe si sabía que el discípulo está con su Maestro por amor, y en la carta escrita a la iglesia de Corinto, que tal vez usted ha escuchado o leído muchas veces, porque se conoce o es llamada la preeminencia del amor, ya ha manifestado qué es el amor, pero ese no es nuestro tema de la predicación de hoy y no me voy a desviar a eso; sin embargo, sabiendo que el amor nunca deja de ser, cuenta su propia transición o crecimiento a la madurez de esta manera.
Si decidiste ser su discípulo no olvides que esto nos lleva a estar mostrando con nuestro estilo de vida al Maestro en cualquier momento, lugar, situación, palabra o acción que tengamos.
1ª CORINTIOS 13:9-11
“Ahora nuestro conocimiento es parcial e incompleto, ¡y aun el don de profecía revela solo una parte de todo el panorama! Sin embargo, cuando llegue el tiempo de la perfección, esas cosas parciales se volverán inútiles. Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero cuando crecí, dejé atrás las cosas de niño.”
Pablo ilustra con una comparación tomada de la vida humana ese contraste entre lo parcial y lo perfecto que llegará a su tiempo, pero no me quiero centrar en ello aún, sino comenzar resaltando el versículo 11, léalo nuevamente conmigo: Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero cuando crecí, dejé atrás las cosas de niño.” Los niños, niñas y aún adolescentes tienen nociones muy confusas acerca de las cosas, y de acuerdo con esas nociones hablan y se comportan; suelen razonar confusamente, y sin atinar con precisión casi a nada.
Pero al hacerse adultos, van abandonando con toda naturalidad, o al menos eso se supone que debe pasar, dichas nociones infantiles y las recuerdan hasta con risa; o piense en usted cuando tenía esas dulces edades infantiles, lo que pensaba, decía, como se comportaba, no le da como risa y en ocasiones se dice así mismo, ¡que inmaduro! que era; y estoy seguro de que si se encuentra con sus amigos de infancia recordará las torpezas que vivió y podríamos llenarnos de anécdotas sobre eso. Sin embargo, Pablo menciona aquí el verbo clave que dije al inicio, él dice:
“…dejé atrás…” es la cuarta vez en pocos versículos que Pablo menciona el katarguéo, en el sentido de que tenía decidido no hacer uso de esas nociones infantiles, y eso sucedió “…cuando crecí…”, mostrando que el proceso no fue instantáneo, sino progresivo; madurar lleva tiempo y más si lo que se busca es ser un discípulo maduro.
Sin embargo, algo que debía ser natural y que comenzó el día que nacemos de nuevo y que es nuestro crecimiento espiritual de forma progresiva, nos debería llevar a mirar atrás y decir ¡!!“Huy todo lo que ha cambiado en mí, como he crecido”!!!
pero desafortunadamente nos estamos encontrando creyentes que llevan años sin avances en su madurez espiritual, su tiempo en el evangelio debería mostrar que su forma de pensar, hablar y actuar ha sido transformado, pero algunos no han logrado superar su etapa de niño, niña o adolescente. Quiero aclarar que no es cuestión de tiempo, en el sentido cronológico, es decir, no necesariamente un adulto mayor por serlo es más maduro espiritualmente que un adulto o joven; debería serlo para demostrar con su estilo de vida ser ejemplo para sus siguientes generaciones, pero desafortunadamente esto no siempre pasa, sino que actualmente las iglesias parece que están llenas de lo que Pablo llamo en 1° Corintios 3:1-4, “niños en Cristo” que reciben dulces y leche para tenerlos contentos; estamos rodeados de creyentes que hace tiempo nacieron de nuevo y se esperaría que ya fueran discípulos maduros en la fe, pero aún son “nenes espirituales” y su forma de hablar, de actuar ante las situaciones que se les presentan, su carácter y su estilo de vida lo delatan.
Tal vez, nos estamos preguntando: “pero ¿de qué habla ese predicador?, si yo ya estoy tan maduro que hasta del árbol me caí, me estoy es pudriendo en esta iglesia porque aquí no valoran ni usan mi gran experiencia y conocimiento sobre el Señor”. Sin embargo, hablemos de evidencias del estilo de vida que muestran esa falta de madurez, seguramente de otros y no de nosotros. Comencemos resaltando y aclarando que el conocimiento sobre Jesús o de las Escrituras no es igual a madurez y que la abundancia de dones o talentos que usted tenga no asegura un carácter y estilo de vida transformado. Pablo nos dice en 1° Corintios 3:1-4 (NTV), lo siguiente, que denota algunas características de los miembros inmaduros de la iglesia, leámoslo juntos.
Una característica notable de un creyente un inmaduro es que todavía se encuentra bajo el control de su naturaleza pecaminosa, o lo que algunas versiones mencionan que siguen comportándose como “carnales” eso no quiere decir que ya deberíamos haber alcanzado la perfección y nunca más pecar, por supuesto que no, pero si como creyentes seguimos controlados más por nuestra naturaleza pecaminosa que por el Espíritu de Dios, comience a cuestionarse sobre su avance de madurez. ¿En qué se evidencia esa carnalidad?, ahí mismo lo dice en las divisiones, celos y discusiones que suceden dentro de la misma iglesia; muchas de ellas no avanzan en cumplir su propósito porque sus miembros inmaduros están más preocupados por su constante afán de protagonismo, deseo de poder y control sobre los demás, preocupados por demostrar “quién es el que manda”, en lugar de estar afanados por a “quién debo servir”; destacándose por su humildad, amor y servicio a los demás.
Un discípulo inmaduro está concentrado en sus capacidades o mostrar sus obras, en lugar de estar enfocado en mostrar las obras de Jesús y lo que por pura gracia Dios ha hecho por medio de él, para que sea Él quien reciba la gloria y no el “yo” que me domina.
“Un discípulo inmaduro está buscando posiciones en este mundo o incluso dentro de la iglesia, olvidando que Dios nos escogió por pura gracia. Un discípulo inmaduro está permanentemente justificando su actuar o su pecado culpando a otros, a su carne, al mundo, al diablo u a otra persona; y no me mal interprete, claro que todos tenemos una lucha constante con todo eso, pero el inmaduro no reconoce ni siquiera esa lucha, sino que permite que todo ello ejerza dominio sobre su estilo de vida, en lugar de dejar que Jesús sea quien reine en su corazón, lo que permite al inmaduro convertirse en un instrumento de maldad y dejando a su paso un lamentable testimonio de lo que ven de un “cristiano””.
Además de lo que acabo de mencionar, un discípulo inmaduro carece de una fe firme en Dios, hoy cree y mañana duda hasta de su existencia, dejándose llevar por lo que siente; un discípulo inmaduro es presa fácil de la tentación y cuando cae culpa al resto de lo que hizo; tal como lo hacía Saúl cada vez que tropezaba. Un discípulo inmaduro se caracteriza por su desobediencia ya que solamente es un oidor de la palabra, pero no suele ser hacedor.
Un discípulo inmaduro tiene un alto valor por las cosas de este mundo y se aferra de tal manera que incluso igual que un “nené” pelea con cualquiera por su juguete, olvidando completamente que Dios nos mandó sin nada y sin nada nos iremos, pero el inmaduro hasta pierde relaciones por las migajas de este mundo. Un discípulo inmaduro tiene mayor amor por sí mismo que por Dios o por los demás, rompe relaciones porque el centro de su estilo de vida es el “yo”. Un discípulo inmaduro se enorgullece de sus obras para recibir él el reconocimiento como si Dios dependiera de lo que haga o deje de hacer; un discípulo inmaduro no controla sus palabras, sencillamente dice lo que piensa o sienta, sin medir el efecto que ello tendrá, y cómo no ha permitido que su corazón cambie y tampoco lo cuida para que no entre basura, pues de forma natural brota lo que allí tiene, y para rematar se excusa diciendo “es que yo soy así y habló así”; tal como hacen los nenes que sencillamente hablan por hablar mostrando su necedad e inmadurez.
Un discípulo inmaduro no permite ni desea que el señorío de su vida lo tenga Jesús, sino lo ve como un invitado más, un adicional a sus deseos para usarlo según su conveniencia; y un discípulo inmaduro es guiado e influenciado por su entorno, por lo que “todos los demás hacen”, e incluso por el espíritu del mundo, haciendo o no lo que ellos determinen, sus decisiones dependen de la aceptación del otro y menos de lo que Dios dice acerca de ello.
Creo que todo lo que he mencionado y lo que me faltó nos da una idea de las características de un creyente o discípulo inmaduro; pero entonces ¿qué hacer?, la respuesta está en el verbo que nos dijo Pablo, el que mencioné al inicio y es la invitación que el Señor nos hace el día de hoy, y es: “katarguéo”, es decir, dejar atrás, dejar inoperante, dejar a un lado, descartar las cosas inmaduras que hemos mencionado de nenés.
Pero usted dirá y eso ¿cómo se hace sabiendo que es un proceso porque no puedo madurar de la noche a la mañana?, es cierto, pero lo primero es reconocer esos infantilismos, lo segundo es arrepentirnos, lo tercero es decidir que Dios nos madure en medio de las diversas situaciones que nos presenta, lo cuarto es combatir junto con el Espíritu Santo en cada área de nuestras vidas esos aspectos inmaduros que Dios nos ha venido mostrado en esta mañana, y lo quinto es entregar mi “yo” a la soberanía de nuestro Señor Jesús.
Apreciados hermanos y hermanas en Cristo, dejemos de llevar estilos de vida inmaduras, es cierto, que nuestras vidas de adultos están profundamente marcadas por lo vivido en nuestros años de infancia y adolescencia; y tal vez tu historia de vida es en la que te justificas para tener un estilo de vida sin madurez, pero hagamos un “katarguéo”, deja que Dios reescriba la interpretación que le damos a ese pasado donde Él estuvo, que Él conoce, que Él permitió, que Él sanó, que Él utiliza ahora en tu presente y permítele llevarte al punto de madurez que necesitas.
Amada IFRAN hoy es un día decisivo para nuestro estilo de vida, porque, aunque no lo veas representa una batalla espiritual, es una decisión totalmente personal, nadie absolutamente nadie puede madurar por otro; Dios quiere que todos esos pasos importantes que hemos vivido, esos dolores que hemos sentido nos ayuden a avanzar hacia una madurez espiritual, es el momento que cada uno tome su cruz, asuma su responsabilidad y viva en Él. Jesús dijo en Lucas 14:27 “..si no cargas tu propia cruz y me sigues, no puedes ser mi discípulo… ”; por lo tanto, para dejar atrás, el primer paso es venir a Jesús para que Él sea quien haga las cosas más difíciles por nosotros, el pecado real en la inmadurez es la falta de entrega del yo, ese pecado es la raíz más profunda de todos nuestros males, y es tan sutil que no la vemos a simple vista, sólo el Espíritu Santo puede mostrarte cómo, cuándo, dónde y de qué manera vives para ti mismo y lo que debe quedar atrás, para que ya no viva yo sino Cristo en mí.
Ningún predicador o terapia o manipulación emocional puede hacerlo, sólo Dios quien te conoce en intimidad puede sacarlo; pero hoy te invito a que anheles con ansias entrar en una profunda intimidad con Él, tomate todo el tiempo que necesites, agéndate con Dios y permite que esa crisis o las situaciones que estás viviendo sean el punto de quiebre definitivo para entregar a la voluntad de Dios tus planes, tus ambiciones, cualquier área de tu vida en la que estás teniendo dificultades o luchas, tus relaciones que están quebradas, la forma en que dedicas tu tiempo libre, las decisiones que estás tomando, los problemas financieros que tenemos, en fin, hagamos como David, deja tu reputación personal a un lado y más bien busca sanar tu reputación espiritual con Dios para que Él nos forme como discípulos maduros conforme a la imagen de Jesús para su gloria.