La paz inquebrantable

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Introducción
¿Qué tan fácil ha sido para tí encontrar paz en medio de una situación difícil? ¿Quién ha deseado alguna vez tener un “control remoto de la vida”? Me imagino que más de uno ha pensado en ello. Y, sí, lo admito, yo también me he encontrado en la línea de pensamiento de: “¡Dios mío, si tan solo pudiera pausar esta situación incómoda, ¡este silencio incómodo!” o “¿Qué tal un poco de rebobinado para arreglar ese malentendido?” Claro, también pausar el tiempo cuando la estamos pasando tan bien, que no quisiéramos que ese momento terminara.
Pero, lamentablemente, iglesia…les tengo malas y buenas noticias, ¿cuáles quieren escuchar primero? Les cuento primero las malas: estuve investigando arduamente y todavía no se ha inventado ese control remoto mágico. Sin embargo, las buenas noticias es que hoy estamos aquí para hablar de algo infinitamente más poderoso que podría considerarse el control remoto definitivo para la vida: la paz que sólo Dios puede brindarnos a través de Su control en nuestras vidas, que no es remoto sino integrado.
A lo largo de nuestras vidas, enfrentamos una variedad de situaciones que pueden agitar nuestra paz, desde el tráfico en plena hora pico hasta conflictos interpersonales con familiares, amigos o incluso con nuestros propios hermanos aquí en nuestra iglesia.
En un mundo lleno de caos y conflictos donde la división y la inquietud son evidentes sentimos la necesidad urgente de buscar una fuente de paz que vaya más allá de lo que este mundo puede ofrecer.
La buena noticia, reitero, es que, a través de nuestra relación con Dios, podemos encontrar una paz que supera cualquier comprensión humana y que se convierte en una luz de serenidad en medio de las adversidades.
Así que prepárate porque aprenderemos cómo podemos cultivar esa paz celestial en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con las personas que nos rodean, sí, incluso con esos miembros de la iglesia que a veces nos ponen a prueba. Y quizá, descubramos con este mensaje que el control remoto para la vida ¡siempre ha estado justo delante de nosotros todo el tiempo!
¡Entonces, sin más preámbulos, sumerjámonos en este viaje hacia la paz que Dios nos ofrece! Así que vamos a la palabra de Dios.
Paz con Dios significa que nuestro problema con el pecado ha quedado resuelto por la sangre de Cristo
Juan 16:33
Cierra tus ojos por un momento e imagina que eres un espectador justo en el momento en que el Señor Jesús pronunció las palabras de este versículo a los discípulos y les resume el propósito de ese largo camino que había tomado con ellos hacía algo más de dos años, nota cómo les ofrece esa paz y esa confianza que sólo los vencedores la dan por hecho, sólo para ellos es dada como una realidad. Una paz y una confianza imprescindible para los apóstoles en sus años siguientes cuando cumplirían la misión de difundir el evangelio.
Nota allí, en esa escena que estás imaginando, cómo Jesús quien estaba a minutos de ser entregado por Judas para ser arrestado y con el pleno conocimiento de que iba a ser abandonado, rechazado, burlado, escupido, abofeteado, humillado, torturado y ejecutado al día siguiente; estaba en paz, tenía tanta paz que podía dar a otros, a sus discípulos en ese instante. Abre tus ojos.
¿Te gustaría experimentar esa paz en todo momento? ¿Te gustaría estar allí a Su lado para sentirte arropado por esa paz que sólo Él puede dar en esos momentos difíciles en tu vida? Déjame decirte algo: ¡ya la tienes!, pero no has decidido apropiarte de ella en fe como deberías haberlo hecho desde el instante en que Cristo llegó a tu vida. Muchas veces, cuando hago la pregunta: “¿qué es lo más importante que recibiste cuando Cristo vino a tu vida?” Las personas responden “amor, gozo, paz, salvación, redención, vida”
¿Pero sabes que es todo eso? ¡Algo! Pero tú no recibiste “algo”, recibiste a “alguien” y en ese “alguien” es donde se encuentran todos los “algos” que nosotros necesitamos: el amor está en Cristo, la vida está en Cristo, la salvación está en Cristo, la redención está en Cristo, el gozo está en Cristo y ¿adivinen qué? La paz está en Cristo, pero no la hemos dado por hecho, no la hemos convertido en una realidad en nuestra vida. No nos apropiamos por fe de lo que ya recibimos y seguimos siendo ambivalentes y emocionales y por momentos, estamos en modo “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, pero en otros momentos estamos en modo “¿por qué a mí, Dios? ¿por qué justo en este momento? Dame un respirito”
Vivimos en un mundo que está buscando paz todo el tiempo y que no sabe cómo hallarla, en un mundo lleno de inquietud, en un mundo donde la ansiedad, la depresión y todo tipo de problemas psicológicos predominan. Las personas se vuelven ansiolíticos/dependientes, viven tomando antidepresivos, buscando la paz y la tranquilidad que les permita dormir tres, cuatro horas o, al menos, una hora seguida, pero no encuentran esa paz. Y ¿sabes qué es lo peor? Que estos síntomas también están presentes dentro de la iglesia. Los creyentes, quienes tenemos la respuesta frente a nuestros ojos, que está intrínseca o a una oración de distancia, también sufrimos la falta de paz.
Creo que debemos comenzar por entender la dinámica de nuestra realidad espiritual. El Señor Jesús nos advirtió que en este mundo tendremos aflicción pero que confiemos, porque Él ya venció al mundo y Él no se equivoca. En un mundo saturado por el egoísmo, por el pecado, por la vanidad, por el individualismo, por el consumismo, ¿qué podríamos esperar? Sólo aflicción. Jamás se podrá encontrar allí esa quietud que solo Dios puede dar. En este mundo, la paz, se relaciona la mayoría de las veces con seguridad financiera, con tener una vida saludable, con mantener armonía en tus relaciones familiares o en tu estudio o en tu trabajo y mientras estemos en este mundo caído, lidiando con nuestra naturaleza caída, esto siempre será así porque terminamos siempre buscando la paz en el lugar incorrecto.
Además, todos aquí no sólo queremos vivir en paz sino también procurar la paz, pero uno no puede dar de lo que no tiene. Es necesario primero trabajar en nuestra propia paz espiritual para ser capaces entonces, de procurar una paz hacia afuera. Esos conflictos que vemos en el mundo, esa inquietud no es más que una proyección de la falta de paz que hay en el interior del hombre. Tu propia deficiencia de paz queda evidenciada y está reflejada en tu relación con Dios y con los demás.
Estoy seguro de que te levantas cada día con ese deseo y esa expectativa de estar en paz, pero es muy fácil perderla porque en menos de una hora puede pasar cualquier cosa: una noticia, una decisión que debes tomar, que alguien no te habló, que no dieron las cosas como esperabas o que pasó algo peor de lo que esperabas y de inmediato ese deseo de paz se esfuma porque no está fundamentado en la paz que sólo Dios puede dar. Dicho esto, me gustaría posicionar este mensaje sobre tres bases sólidas que nos a ayudar a fundamentar esa paz de Dios en nuestros corazones independientemente de lo que esté sucediendo a nuestro alrededor o en nuestro interior:
- La paz con Dios – Romanos 5:1-2
Este pasaje destaca la paz que obtenemos con Dios a través de la fe en Jesucristo, lo cual es esencial para la paz interior y la armonía con los demás. El primer mejor paso es volver a la cruz, IFRAN. Hay muchas cosas que Jesús logró en la cruz que no logramos entender. A veces nosotros hablamos de la cruz y lo único que pensamos es en que nos salvaron del infierno y de la condenación eterna, pero no es sólo eso. En la cruz, Jesús consiguió muchas cosas y tu paz con Dios es una de ellas.
William Barclay escribió: “Aquí tenemos uno de esos grandes pasajes líricos de Pablo, en el que canta el íntimo gozo de su confianza en Dios. La confianza de la fe realiza lo que nunca podría conseguir el esfuerzo por producir las obras de la Ley: le da al hombre la paz con Dios. Hasta que vino Jesús, nadie podía sentirse realmente cerca de Dios.”
Jesús nos pone delante de la presencia de Dios mismo, nos abre la puerta de acceso a la presencia del padre y cuando esa puerta es abierta, dice el texto, también tenemos entrada a la gracia, no a condenación ni venganza ni juicio, sino una inmerecida e increíble amabilidad de Dios Padre. Hubo un tiempo en que éramos enemigos de Dios, dice el versículo 10; pero ahora en Cristo y por Cristo tenemos paz con Dios. ¿Qué significa esto? Paz con Dios significa que nuestro problema con el pecado ha quedado resuelto por la sangre de Cristo. Ahora, Dios es nuestro Padre, no nuestro Juez.
Ahora, Jesús ¡NO! prometió la paz, Él la ofreció al decir “para que en mí hallen paz”. Así que toma consciencia porque puedes estar siguiendo a Jesús y aun así negarte esta paz a ti mismo, pero la única manera de encontrarla es en Él. ¿Te seguirás negando esta paz, este maravilloso regalo que Dios te ha dado? No encontrarás paz con Dios realmente en ningún otro lugar más que a través de Jesús, porque fue Él quien abrió el camino hacia la paz con Dios a través de Su sacrificio en la Cruz.
- La paz contigo mismo – Filipenses 4:6-7
La palabra de Dios enfatiza la importancia de confiar en Dios en todo momento y cómo su paz puede guardar nuestros corazones y mentes, permitiéndonos experimentar una paz interior incluso en medio de las dificultades. Noten el imperativo en este texto: “Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios”. No hay nada que le falte ni nada que le sobre a este texto. Dios nos dice: “pide, pero pide con acción de Gracias”, y luego, ¿cuál es la promesa? ¿Que se va a resolver nuestro problema? ¡No!. La promesa es que, en medio del problema, la paz de Dios que nadie puede entender estará en nosotros, guardando nuestros ¿qué? corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús.
Justo allí están nuestras dos fuentes de ansiedad internas: la mente y el corazón y es lo que justamente Dios promete guardar y trabajar cuando hay conflicto: Él guardará nuestras mentes y nuestros corazones en Cristo Jesús.
Iglesia, Dios nos hizo con cinco sentidos que cuando son expuestos a una circunstancia, informan al cerebro para crear lo que llamamos un pensamiento, es lo primero que se genera en cualquier circunstancia. Es como cuando llegamos a un lugar y analizamos el entorno, las sillas, las paredes, las personas que están allí, la comida que sirven, si es que dan alguito y eso se convierte en pensamiento y un pensamiento está a la vuelta de la esquina de convertirse en un sentimiento y un sentimiento está a la vuelta de la esquina para reflejarse en un comportamiento. Tu piensas, tú sientes y luego actúas. Aunque algunos como que lo hacen al revés.
Pero suponiendo que estamos dentro de los parámetros normales como Dios nos creó, entonces, ¿cómo puedo cambiar? Él es quien nos cambia justamente desde el inicio: cambiando tu pensar porque de allí dependen tus sentimientos y luego, tus acciones o reacciones. Esta es una de las promesas más hermosas que encontramos en la Biblia porque cuando tienes la tentación de estar ansioso, de perder tu paz, Dios te dice: “ora y ora dando gracias”. Y al orar, IFRAN, no empieces por la quejadera de que el mundo se va acabar (o al menos el tuyo), no, primero agradece y santifica el nombre de Dios que está en los cielos, dale las gracias porque Él reina, ha sido fiel hasta aquí y ora siendo consciente de delante de quién estás: el Dios soberano, el creador de los cielos y la tierra y cuando tomas consciencia de quién es tu Dios, tu problema, tu situación pierde proporciones, pierde tamaño y pierde relevancia y te das cuenta de que a Dios no se le escapa nada porque Él gobierna en todo.
Muchas veces conversamos con alguien sobre un problema que tenemos y podemos durar treinta minutos, una hora, dos horas hablando de lo mismo y en ningún momento nombramos a Dios, porque no lo estamos viendo, porque nuestra miopía espiritual no nos permite ver a Dios en el escenario y Él siempre, siempre, siempre está allí. Cuando logras ser consciente de Su presencia en todo, contextualizas tu problema, tomas consciencia de que tu problema no es tan grande y tu paz será inquebrantable.
Dios te dice en Su palabra: ¡ven, dame gracias, tráeme tu petición y yo daré paz a tus pensamientos y a tu corazón!
- La paz con los demás – Romanos 12:18
En primer punto hablábamos de que por medio del sacrificio de Jesús en la Cruz obtuvimos muchas cosas por su gracia y misericordia, entre ellas la salvación y la paz con Dios.
La paz con Dios es, en esencia el resultado de la reconciliación con Él y el sacrificio en la cruz se dio para mostrar que Dios ama la reconciliación, nuestro Dios santo decidió tomar la iniciativa para hacer posible la reconciliación de hombres pecadores, esa es la mejor reconciliación del universo porque a partir de esa reconciliación surgen todas las demás posibles reconciliaciones, Dios es el precursor de toda reconciliación y su Palabra nos exhorta, nos mueve, nos advierte, nos llama a ser agentes de paz, a ser pacificadores.
Mateo 5:9 dice: “Bienaventurados los que procuran la paz pues ellos serán llamados hijos de Dios”. Nota IFRAN, que esto excluyente: no seremos llamados hijos de Dios sino procuramos la paz. Procura la paz y no solamente, vas a ser una prueba viviente de que eres un hijo de Dios, sino que serás bendecido porque esto está vinculado a una bienaventuranza. Ese es el mejor testimonio que, como creyente, puedes y debes dar.
La gente te observa, así que en tanto te sea posible, vive en paz con todas las personas. Entendiendo que tampoco podemos hacer compromisos con el pecado ni tener una actitud de “paz a cualquier costo”.
Por otro lado, siempre habrá casos en los que, quizá, no depende de tí. Muchas veces, tomas la iniciativa, vas, buscas la reconciliación, pero la otra parte no está en la misma sintonía. No queda más que estar tranquilo delante de Dios por haber hecho tu parte y poner en oración a esa otra persona o personas. Lo que no es correcto es que cuando alguien te diga: “debes resolver esto”, tu actitud sea de “pues yo estoy aquí esperando que el otro venga”. Así no funciona, Dios nos exhorta a que tomemos la iniciativa y vayamos a hacer nuestra parte.
En una ocasión el tanque del refrigerante del carro estaba presentando una fuga y estaba haciendo que el carro se recalentara y pensé, “bueno, si tengo un seguro todo riesgo, que vengan y me solucionen el problema”. Pues no es así, todo lo contrario, sí, tengo un seguro todo riesgo, pero tiene un deducible y si el daño, como en este ejemplo, vale menos que el deducible, es mejor dejar eso así y no contar con el seguro ni para que me contesten el teléfono, porque primero me van a subir el valor del seguro del siguiente año y segundo, no me van a dar el dinero para el arreglo porque es menor que el deducible.
Iglesia, muchas veces tenemos un conflicto que es menos que el deducible y perdemos la oportunidad de procurar la paz por querer, simplemente ganar una discusión o esperar que la otra parte nos solucione el problema. A veces, hay que aprender a callar para mantener la paz. Apártate del mal, haz el bien, busca la paz y síguela.
Conclusión
Iglesia, hoy hemos explorado juntos el poder transformador de la paz inquebrantable que proviene de tu relación con Dios, contigo mismo y con los demás. En un mundo lleno de caos y discordia, esta paz que trasciende toda comprensión es un regalo invaluable que Dios nos ofrece.
La paz con Dios es el fundamento sobre el cual se construye toda nuestra existencia. Es la reconciliación divina mediante el sacrificio que el Señor Jesús hizo, lo que te permite encontrar descanso para tu alma y te fortalece para enfrentar los desafíos de la vida.
La verdadera paz contigo mismo, no depende de tus circunstancias externas pasadas, presentes o futuras sino de tu conexión con el Príncipe de Paz. Cuando aprendes a confiar en Él y a entregar tus preocupaciones en acción de gracias, encontrarás una serenidad que sobrepasa todo entendimiento porque Él guarda tu mente y tu corazón.
La paz con los demás es una expresión tangible de tu fe en acción. Como hijo/hija de Dios, estás llamado a ser agente de reconciliación y amor, buscando la unidad y el perdón incluso en medio de las diferencias y los conflictos. Piensa en el deducible.
Así que, en este momento, te invito a reflexionar: ¿estás viviendo en la plenitud de esta paz inquebrantable que Dios te ofrece? ¿Estás siendo canal de Su paz en un mundo que tanto la necesita?
Por lo demás, IFRAN, regocíjense, sean perfectos, confórtense, sean de un mismo sentir, vivan en paz, y el Dios de amor y paz estará con ustedes.