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Una corona que no me hace rey

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Introducción

Cuando estudiamos la Santa Palabra de Dios y su mensaje para nuestras vidas, debemos tener dos cosas: 

  1. unos buenos comentarios, y 
  2. estar dispuestos a aprender.

Y en el estudio exegético de esta carta me acordaba de un dicho que sonaba mucho en mis tiempos, y que aún hoy sigue sonando “es que yo no quiero que mis hijos pasen por las que yo he pasado”, yo entiendo que ese dicho está lleno de buenas intenciones; pero el infierno está lleno de personas con buenas intenciones.

En mi caminar veo personas de mi generación criando hijos en esta generación, y ahora entiendo porqué se llama “la generación de cristal”

Cuando yo hago que ese dicho sea una realidad, estoy forjando una sociedad mediocre y orgullosa. Pienso que el que no se equivoca no crece, el que no sufre no madura, el que no lucha no consigue.

Si realmente amamos a nuestros hijos es necesario que ellos aprendan de sus errores, para que sean independientes y aprendan a valorar lo que hagan.

Yo interpreto que mi padre celestial quiere que tú y yo seamos salvos y es por eso que él nos guía a través de las pruebas al conocimiento y la madurez espiritual. 

La Biblia dice que El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento

Y sigo afirmando lo que he dicho muchas veces:

“Dios permite que seamos probados, NO para él darse cuenta de nuestra fe, sino para que por nosotros mismos nos demos cuenta de nuestra fe”

Hay algo que tú y yo debemos tener claro: “las pruebas curten el cuerpo, transforma el corazón y doblega el orgullo”, esto quiere decir que las pruebas nos vuelven más enseñables. Esta es la única forma de salir de ellas.

Santiago 1:12-15

¡pero el primer paso para ser una iglesia integral que con su estilo de vida obedece el Evangelio del Señor Jesucristo es dejar la auto justificación y asumir delante de Dios nuestra responsabilidad!

Muchas comunidades de fe hoy por hoy parecen centros religiosos más bien destinados al entretenimiento de las personas, muchas se asemejan a centros comerciales donde la gente va a consumir y no a ser edificada

El discurso de muchos predicadores se enfoca en justificar el actuar ambiguo de la iglesia frente al mundo y le dicen a sus seguidores que cualquier cosa está bien bajo frases producidas en el marketing religioso: “Dios no hace acepción de personas”, “Dios es amor, él no te juzga”, “Vive la vida como quieras, es un regalo de Dios”, y podríamos pensar en muchas frases parecidas (todo texto fuera de contexto se convierte en un pretexto) a estas donde la gente va y se comporta como un impío, viven con impiedad en su vida y vienen a las iglesias a que el discurso de un hombre alivie su conciencia, y lamentablemente la idea de evangelio (retorcida) se ha convertido en un coctel de drogas psicológicas, que funcionan más como un paleativo, una droga que se consume como si el mensaje de Jesús fuera una mera e hipnótica palabrería.

 

Muchos predicadores hoy empacan su discurso en el envase de una bebida energizante y lo venden con el nombre de “agua viva”, las personas pretenden ser estimuladas con predicaciones exitistas, de prosperidad, de eterna juventud, así la misma iglesia desvirtuó el mensaje salvífico de Jesús y lo alteró para convertirlo en un cóctel de barbitúricos que nos despegan los pies del piso y nos llevan a vivir un evangelio de fantasía.

 

Y digo de fantasía porque si miro a mi alrededor, mi país para no ir tan lejos, me encuentro con una sociedad en descomposición donde el impacto del testimonio de los que decimos que somos cristianos es nulo. Una actitud religiosa contemplativa que nos enredó desde hace tiempo en la complejidad de lo inútil y estorboso para alejarnos de la esencia elemental del evangelio de Jesús, Mateo 26:41 dice : Jesús nos advierte sobre cómo nuestra carnalidad, el querer vivir este siglo nos absorbe, entonces debemos tener una relación con Dios, personal, constante, real y eficaz que nos mantenga alejados de la tentación.

 

Santiago nos enseña una profunda verdad acerca de la era que la iglesia está viviendo,  “Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y El mismo no tienta a nadie”  

 

Los cristianos de hoy no queremos asumir nuestra responsabilidad acerca de nuestra forma de vivir. Existe una tendencia cuando somos confrontados por nuestra manera pecaminosa de vivir, cuando nuestro pecado es expuesto empezamos a buscar responsables externos y muchas veces de forma necia culpamos a Dios de nuestros fracasos constantes frente al pecado.

Pretendemos hacer pensar a Dios, acomodamos de forma ingenua nuestra percepción o idea de Dios a nuestra forma errónea de vivir. 

 

Pero Dios no tienta a nadie, él no nos impulsa a hacer lo malo, tampoco tiene interés en impulsarnos hacia el mal porque no es su naturaleza. En este sentido es importante comprender que Dios y el mal no tienen compatibilidad, y en este aspecto es determinante asumir como seres humanos nuestra responsabilidad respecto a las cosas malas que decidimos hacer.

 

Muchas veces escucho decir “es que no sé qué me pasó” para justificar de forma facilista alguna acción perjudicial para varias personas. Pero realmente ¿Puedo pretender que al decir “es que no sé qué me pasó” aclaró que lo malo que hago en realidad es culpa de cualquier otra cosa?

Recuerdo mucho una canción de Leo Dan “el último beso”, creo que de alguna forma la estructura lírica de esta canción describe un poco la tendencia del hombre de culpar a otros por sus fracasos.

Íbamos los dos al anochecer,
oscurecía y no podía ver,
yo manejaba iba más de cien,
prendí las luces para leer;
había un letrero de desviación,
el cual pasamos sin precaución,
muy tarde fue y al frenar
el carro volcó y hasta el fondo fue dar…”

 Luego de una clara descripción de todas las imprudencias y negligencia del conductor del vehículo el cantautor, escribe en el coro “¿Por qué el Señor me la quitó?, en realidad el hombre que condujo el vehículo causó la muerte de su acompañante, pero lejos de aceptar esa realidad, culpa a Dios de la muerte de la mujer al que él condenó a muerte por su forma de conducir.

 

Santiago nos lleva entonces a una profunda reflexión pastoral, “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.” 

Somos tentados cuando la concupiscencia que equivale a dejarse llevar por los deseos de en nuestro interior, nos seduce y nos atrae a hacer lo malo, pero no por causa de Dios, sino por nuestro estado interior.

La tentación no es una acción de Dios, porque como dije antes, el Señor no está interesado en que hagamos lo malo delante de él. La tentación es algo que ocurre en el interior del hombre, la tentación revela lo que hay en el corazón; deja entrever si ama más a Dios o al pecado.  

la pregunta entonces es ¿Quién o qué gobierna su corazón? Porque lo que sea que deseemos será finalmente lo que nos domine en nuestra vida.

De esta forma, entendemos entonces que el ser atraídos y seducidos a desobedecer a Dios en nuestro estilo de vida, es por causa de hábitos pecaminosos que siguen arraigados en nuestro corazón, pretender que Dios colocó eso allí es ingenuo.

 

Ese deseo interno que prevalece en la vida de una persona que no tiene ninguna clase de relación con Dios se evidencia en nuestro estilo de vida, a veces creemos que la vida es una moda, ir a la iglesia, tener la app de la biblia en el teléfono reenviar tarjetas, versículos y mensajes a toda hora por las redes sociales, pensamos que ser cristiano es ir a la iglesia que está de moda porque “allá si se siente la presencia de Dios”, creemos que en esta u otra iglesia nos encontraremos con “el pastor que si tiene la unción”. 

Estos son pensamientos propios de una iglesia compleja, comunidades cuyos miembros se sienten cristianos cuando participan de grandes eventos, se comunican excelentemente con el pastor de la iglesia, tienen una gran relación con los proyectos y actividades de la iglesia pero…….. su estilo de vida sigue esclavizado por el pecado, personas que siguen viviendo conforme a los deseos de la carne, pero que son incapaces de llevar el fruto del Espíritu porque la presencia de Dios es ausente en su estilo de vida. 

 

Cuando los deseos pecaminosos de nuestro corazón dominan nuestra vida, entonces el ser seducidos y atraídos por hábitos de vida equivocados y dañinos se hace permanente en nuestra vida y empezamos a descender hacia el abismo en caída libre.

cuando el deseo de la carne se afirma en nuestra vida es seguro que encontraremos alguna manera de justificar los hábitos pecaminosos en nuestra vida, tenemos una razón para justificar nuestros vicios, nuestro mal comportamiento es justificado por cosas malas que Dios nos hace, llamamos libertad en Cristo a nuestros caprichos y regalos de Dios a nuestras banalidades. Todo esto nos convierte en seres insaciables, sacos sin fondo que nunca se llenan, carentes de contentamiento, siempre necesitados de más.

 

Cuando esa mezcla entre la codicia de nuestro corazón y nuestra tendencia a la auto justificación se da en nuestra vida, entonces se concibe el pecado (engendra en griego), y cuando admitimos el pecado en nuestra vida y se vuelve hábito en ella, nos acostumbramos y el pecado se nos hace natural, una cosa es segura “la muerte”. Un cristiano cuya vida no es libre de pecado está muerto. 

Muerto porque no lleva fruto, no suma, no es testimonio, no es portador de la buena nueva porque no la ha vivido, porque el Evangelio de Jesucristo no ha sido efectivo en su vida.

 

Usted debe entender, que si estas cosas pasan en su vida, que si en este momento usted es como un muerto o que está muriendo, no es porque Dios lo esté tentando, usted debe ser lo suficientemente humilde y reconocer ante Dios que usted es el único responsable de su condición, ¡deje de buscar justificaciones!, Dios es bueno y misericordioso con usted y conmigo.

Sabe algo, las personas nos complicamos mucho la vida, vemos a Dios tan lejos, cuando estamos haciendo las cosas mal vemos lejos a Dios y ese es el poder del pecado, alejarnos de Dios, y ese es el plan del enemigo, alejarlo a usted de Dios a través del pecado para llevarlo a un estado de muerte.

 

Pero el poder del Evangelio es la gracia inconmensurable de Dios, el perdón y el amor de Dios está disponible para todo aquel que con humildad pone su vida delante de Dios y determina en su vida no quedarse en el barro y lodazal del pecado en el que Satanás quiere hundir al hombre.

1ª Juan 2:1  dice: 

El regalo de Dios es la sangre preciosa de Jesucristo, nos limpia y nos salva de la muerte.

 

Creo firmemente que este texto, escrito por un pastor (Santiago), es un llamado a ser una iglesia sería, tomarnos nuestro rol como cristianos con seriedad y no como algo superfluo, la gente se la pasa buscando a Dios en prácticas religiosas y rituales, ¡pero el primer paso para ser una iglesia integral que con su estilo de vida obedece el Evangelio del Señor Jesucristo es dejar la auto justificación y asumir delante de Dios nuestra responsabilidad! 

 

Es necesario ser una iglesia seria en cuanto a nuestra vida cristiana, no tiene ningún sentido reunirnos en comunidad si al salir de este lugar nuestra vida es un juego de tibieza, sabemos que Dios rechaza a los tibios. 

Es tiempo de ser una iglesia determinada, que no se justifica, una iglesia humilde que humilla su vida delante de Dios que reconoce su pecado y recurre a la justificación que salva, a la cruz, a ese Jesucristo que nos limpia y nos levanta de nuestra vida pecaminosa. 

Conclusión

Yo quiero desafiarlo hoy a usted, lo desafío a no huir más entre las excusas, a no esconderse más detrás de culpar a los demás de sus decisiones. Como iglesia debemos aceptar el desafío de la intimidad con Dios, porque finalmente una iglesia que busca permanentemente el rostro de Dios es una iglesia que con su estilo de vida desafiará al mundo. 

   Oremos.

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Predicaciones por el Pastor César Muñoz Iglesia Familiar de Restauración IFRAN

Una corona que no me hace rey

📖 Santiago 1: 12-15

🗓09 de Noviembre de 2025