Dios : Bueno y Soberano, Siempre
Introducción
Estamos estudiando la carta de Santiago en porciones semanales, pero sus destinatarios originales —creyentes judíos dispersos por el mundo— la leyeron como fue diseñada: de principio a fin. Este simple ejercicio de leerla de corrido revela que no estamos ante un “compendio de discursos de sabiduría” inconexos.
Todo lo contrario, Santiago presenta un mensaje universal y radicalmente coherente, centrado en un gran reto: que sus oyentes vivan conforme a la fe que dicen creer.
Al ser, probablemente, la primera carta del Nuevo Testamento, algunas de sus frases pueden parecer contradictorias con el resto de la revelación. Sin embargo, a medida que profundizamos en ella, descubrimos que nada está más lejos de la realidad. Lejos de oponerse, la carta de Santiago es plenamente coherente con las doctrinas de la gracia.
Para contextualizar el mensaje de hoy, es fundamental entender a sus destinatarios: judíos cristianos, liberados por el evangelio de un sistema abrumador de ritos y obligaciones.
La tradición rabínica llegó a contar 613 mandamientos. Esta cifra ilustra la magnitud del yugo del que se estaban despojando. Ellos entendían mejor que nadie que el propósito de la Ley era conducirnos a Cristo (Gálatas 3:23-24).
Sin embargo, esta nueva vida trajo un peligro: una errada interpretación de la gracia. Empezaron a razonar: “Si la obra ya la hizo Cristo y por fe hemos sido justificados, ¿qué sentido tiene hacer buenas obras?”
Por eso, Santiago se dedica a desmontar estas falsas doctrinas. Una de las más peligrosas era la confusión fatal de culpar a Dios por el pecado, sugiriendo que si las pruebas (Peirasmós) provienen de Él, entonces la tentación (Peirasmós) también debe venir de Él.
Entonces el Señor Jesús, hoy nos da 2 mandatos para cuando estemos en pruebas, aflicciones y tribulaciones: NO TEMAS y SE FIEL
Santiago 1: 16-18
“Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” Santiago 1: 16-18 RVR1960
- El Autoengaño (v. 16):
Santiago nos exhorta: “Amados hermanos míos, no erréis”.
La palabra que utiliza para “errar” es planasthe, que significa literalmente “dejar de vagar” o “dejar de ser engañado”. Esta palabra aparece unas 39 veces en el Nuevo Testamento, y su uso casi siempre es para desmontar una falsa creencia; una de esas mentiras que, a fuerza de repetirse, terminan siendo aceptadas como verdad.
- Jesús la usó para advertir sobre falsos cristos (Mateo 24: 4-5).
- Pablo la usó para advertir que “las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33) y que “Dios no puede ser burlado” (Gálatas 6: 7).
¿Cuál es el engaño aquí? Santiago combate una falsa creencia, sostenida por algunos, de que Dios era (al menos indirectamente) responsable del mal. Como lo explica el erudito Spiros Zodhiates, el razonamiento era: “He sido empujado a pecar… por las circunstancias en que Dios me ha colocado, Dios es la causa última y por tanto debo absolverme de responsabilidad”.
Ese pensamiento no es nuevo. Viene desde Adán: “La mujer que me diste…” (Génesis 3:12).
Y tristemente sigue vigente: “Es que Dios me hizo así”, “es que Dios permitió que…”, “es que Dios me puso en esta situación”.
Todas estas premisas llevan al concepto errado de que Dios tiene algo que ver cuando somos tentados.
Por eso Santiago nos exhorta a no dejarnos engañar, y basa su argumentación en 3 atributos de Dios:
- Dios es Bueno (Bondad) (v. 17a):
Hemos pronunciado la frase “Dios es bueno” incontables veces, especialmente cuando experimentamos un beneficio. Pero ¿qué define la bondad?
En un mundo permeado por el relativismo, donde lo malo se vuelve bueno y la percepción personal se impone sobre la realidad, necesitamos un estándar absoluto.
Esto nos lleva a la pregunta fundamental: ¿Por qué lo bueno es bueno?
La definición más bíblica es la del pastor Josías Grauman: “Dios es la fuente y el estándar de lo que es bueno. Algo es bueno si es conforme al carácter de su Creador, y malo si no lo es”.
Esta definición acaba con el relativismo. Dios no está sujeto a una ley; Él es la fuente de toda ley. Su carácter es el estándar. Por eso Jesús dijo: “nadie es bueno, sino sólo Dios” (Marcos 10:18).
Por lo tanto, el amor es bueno, porque Dios es amor. La justicia es buena, porque Dios es justicia. La verdad es buena, porque Dios es verdad. El estándar no es una idea, es la naturaleza misma de Dios.
Santiago nos dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto…”.
El Salmo 106 ilustra esto. Es un salmo que contrasta la infidelidad de Israel con la bondad de Dios. Comienza diciendo:
“Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; Porque para siempre es su misericordia.” (Salmos 106:1).
Y luego el salmista confiesa el pecado de la nación:
“Pecamos nosotros, como nuestros padres; Hicimos iniquidad, hicimos impiedad.” (Salmos 106:6).
El resto del salmo es un recuento de la rebelión de Israel: idolatría, quejas, inmoralidad. El verso 43 es lapidario:
“Él los rescató una y otra vez, pero ellos decidieron rebelarse en su contra, y finalmente su pecado los destruyó.” (Salmos 106:43 NTV).
Sería justo si el relato terminara ahí. Pero la bondad de Dios es inagotable:
“Aun así, él sintió compasión por la angustia de ellos y escuchó sus clamores. Recordó el pacto que les había hecho y desistió a causa de su amor inagotable… Alaben al Señor, Dios de Israel, quien vive desde siempre y para siempre. Que todo el pueblo diga: «¡Amén!». ¡Alabado sea el Señor!” (Salmos 106:44-48 NTV).
Dios es bueno. Mostró misericordia al pueblo, un amor leal que no podemos entender.
Pablo lo dice así en Efesios 2. Primero describe nuestra condición:
“muertos en nuestros delitos y pecados… siguiendo las corrientes de este mundo… éramos por naturaleza hijos de ira…” (Efesios 2:1-3)
Pero entonces aparece la bondad de Dios:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)… para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7).
Tiene razón Santiago: Dios no da tentaciones. Todo lo bueno proviene de Él: su amor, su perdón y la expiación sustitutiva: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21).
Dios, el “Padre de las luces”, trae luz a nuestra oscuridad:
“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” (Juan 1:5).
La bondad de Dios se manifiesta en la regeneración, donde Él interviene soberanamente para cambiar la naturaleza de nuestro deseo, dándonos la capacidad de resistir y elegirle.
“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo…” (Tito 3:3-7).
La bondad de Dios no sólo perdona, sino que nos capacita para poder obedecerle.
- Dios no cambia (Inmutable) (v. 17b):
Santiago añade que Dios es el “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”
Este es el ancla de todos los demás atributos. Es el atributo que garantiza que todos los demás son eternos. Si Dios pudiera cambiar, su amor podría variar y su bondad sería impredecible.
Por eso el apóstol Pablo declara con seguridad:
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38-39).
Él no cambia. Su amor por ti no varía. Su bondad es constante, sin importar las veces que fallemos. “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” (2 Timoteo 2:13).
Dios no es el causante de tus tentaciones. Cuando cedes a ellas, Él está acercándote una vez más para perdonarte, limpiarte y decirte: “volvamos a empezar”.
Pero no te engañes. No es: “peco porque Dios me perdona”. Si así estás pensando, estás descansando en una fe en un Dios que solo está en tu imaginación. Si no sientes dolor por tu pecado, eres un pobre engañado. ¡Despierta y arrepiéntete!
- Dios es Soberano (v. 18):
Santiago termina con una frase contundente: “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18).
Fue Él. Fue Su voluntad. No fue ningún rito, no fue porque Él vio que creerías. Fue su pura voluntad la que operó para escogernos.
Cuando Moisés pidió ver la gloria de Dios, esta fue la respuesta:
“Haré pasar delante de ti toda mi bondad y delante de ti proclamaré mi nombre, Yahveh. Pues tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera.” (Éxodo 33:19 NTV).
La gloria de Dios se expresa en que Él es Soberano. Sus decisiones nacen de su BUENA voluntad.
El apóstol Pablo explica esta soberanía con Jacob y Esaú:
“(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí.” (Romanos 9:11-13).
¿Injusto? No. Es la soberanía de Dios.
En Dios no hay injusticia; hay justicia y hay misericordia. ¿A qué vas a apelar cuando estés delante de su presencia?
Conclusión
Recientemente, una periodista entrevistaba a una política conocida por sus “convicciones morales” cristianas. Esta mujer relató cómo dejó a su esposo e hijos para casarse con otro hombre, un delincuente convicto.
La periodista le preguntó: “¿Pero su Dios no es un Dios juzgador?”. La entrevistada respondió: “No, para nada”. Y usó el ejemplo de David y Betsabé para decir que Dios no es “ni aburrido, ni lineal”, y que Él entiende esta “carne débil y estos sentimientos” que nos llevan a pecar. La periodista remató: “Con nuestras pasiones desbordadas”. Y la mujer “cristiana” soltó la risa.
HERMANOS, ESTAMOS EN EL 2025, Y LA FALSA CREENCIA QUE CUESTIONA SANTIAGO SIGUE VIVA: que Dios es, de algún modo, responsable de nuestra tentación.
El caso de David que ella expone es una tergiversación. Cuando David pecó, el profeta Natán lo confrontó:
“Entonces Natán le dijo a David: —¡Tú eres ese hombre! El Señor, Dios de Israel, dice: “Yo te ungí rey de Israel… Te di la casa de tu amo, sus esposas y los reinos de Israel y Judá. Y si eso no hubiera sido suficiente, te habría dado más, mucho más. ¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del Señor e hiciste este acto tan horrible?” (2 Samuel 12:7-9).
NO seas irresponsable. Reconoce que tú eres ese hombre, esa mujer, que ha ofendido a Dios. Tú mereces la ira de Dios, pero Él hoy te está extendiendo misericordia.
Humíllate ante la cruz de Cristo. Dile: “Señor, me arrepiento de mi maldad, no quiero ofenderte más”.
Él, que es el ofendido, hoy te extiende su perdón. Pagó tu deuda en la cruz, puso su Espíritu en ti para redargüirte de pecado y te regaló vida eterna. Y si eso no hubiera sido suficiente, te habría dado más.
¿Vas a ser tan necio de despreciar el indulto que el Señor Dios Todopoderoso te ofrece hoy?
¡¡AMEN!!