El adulterio: un asunto del corazón

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Propósito:
“No es la mirada lujuriosa lo que ocasiona el pecado en el corazón, sino que es el pecado en el corazón lo que causa la mirada”.
El sermón del monte no solamente corrige nuestro andar externo, sino que también nos muestra la importancia de una mente limpia y de un corazón verdaderamente convertido.
El segundo ejemplo que Jesús hace de la justicia de corazón tiene que ver con el adulterio y el pecado sexual en general. En los versículos 27 a 30 se enfoca en la realidad del adulterio, en el deseo que hay detrás de éste, y en la liberación de ese pecado que hoy por hoy la sociedad de la inclusión y la igualdad de género ya no lo considera pecado, sino que lo considera como un pensamiento progresista de avanzada.
Al igual que el ejemplo relacionado con el pecado de asesinato este otro comienza con una cita de los 10 mandamientos. En ambos casos la tradición judía se basaba en la ley de Moisés, al menos de modo superficial.
El sexto mandamiento protege la santidad de la vida, y el séptimo la santidad del matrimonio. Los que confían solo en la justicia externa quebrantan esos dos mandamientos.
Cuando están enojados o están odiando, cometen asesinato. Cuando desean sexualmente, cometen adulterio. Y cuando hacen cualquiera de esas cosas eligen despreciar la ley de Dios y por supuesto el nombre de Dios.
La ira y el deseo sexual son dos de las influencias más poderosas de la humanidad. La persona que les da rienda suelta pronto descubre que está más controlada por estas cosas que en control de ellas.
Todo ser humano ha experimentado tentación a enojarse y el pecado sexual, y en algún momento y hasta cierto grado ha cedido a dichas tentaciones. Debido a eso, todo individuo es culpable delante de Dios tanto de asesinato como de adulterio.
Aunque las tentaciones sexuales han sido fuertes desde la caída del hombre, nuestra época de permisividad y perversión ha traído un gran aumento en esas influencias destructivas que ninguna sociedad en la historia ha tenido antes.
Este siglo muestra una tolerancia desenfrenada de la pasión sexual. La gente la propaga, la promueve y la explota a través de los medios de comunicación más poderosos y dominantes jamás antes conocido por el hombre.
Ese parece ser el tema casi más ininterrumpido de entretenimiento de nuestra sociedad. Incluso en círculos académicos y religiosos vemos seminarios, libros, cintas, y programas de todo tipo que prometen mejorar el conocimiento, la experiencia, la libertad, y el disfrute sexual.
Los medios de comunicación usan el sexo para vender sus productos y ensalzar sus programas. Los delitos sexuales han alcanzado su máximo histórico, mientras que se justifican la infidelidad, el divorcio y la perversión. El matrimonio, la fidelidad sexual y la pureza moral son menospreciados, ridiculizados y provocan risa.
La filosofía del hedonismo sexual no es nueva para nuestra época.
Era muy común en las épocas del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo la enfrentó con toda energía en la iglesia de Corinto. El apóstol rechaza el pensamiento helenista de que las funciones biológicas son solo funciones biológicas sin importar significado moral. A fin de justificar el mal comportamiento sexual, esta era una creencia a la que muchos de los creyentes corintios habían vuelto, o a la que nunca habían renunciado.
Al parecer estaban sosteniendo, tal como hacen muchos hedonistas de hoy, que el sexo es simplemente un acto biológico, no distinto moralmente de comer, beber o dormir. El apóstol Pablo refuta firmemente esa idea al seguir diciendo: “Pero el cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo (1 Co.6:13).
El cuerpo es más que biológico, el cuerpo para los cristianos es un miembro de Cristo, un templo del Espíritu Santo, y pertenece al Señor y no a nosotros. Por eso nunca debe usarse para cualquier propósito que deshonre al Dios que lo hizo y que mora en él. Los cristianos deben tener solo una respuesta a la tentación sexual; alejarse de ella.
La misma filosofía que corrompió a Corinto envuelve hoy día a la mayor parte de la sociedad occidental en un mar de exceso y perversión sexual. En sus diversas formas, la licencia sexual está destruyendo de manera física, moral, mental y espiritual. Está destruyendo matrimonios, familias y hasta comunidades enteras.
Dios creó el sexo y lo ofrece como una bendición para aquellos que lo disfrutan dentro de los límites del matrimonio. Al hablar de la relación matrimonial Pablo ordena en 1 Co. 7:3,5
La expresión sexual no solo es un privilegio emocionante sino una obligación en el matrimonio.
No botes a la basura aquello que un día fue la mejor decisión de tu vida. No arruines tu matrimonio, al contrario, riega cada día ese jardín y verás que vas a cosechar los mejores años al lado de la persona que un día decidiste amar
En medio de una advertencia bíblica contra el adulterio se instruye a los esposos: “sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre”.
Dios ha diseñado y bendecido la expresión sexual dentro del matrimonio, y difamar o denigrar esa expresión adecuada con prácticas como castración o celibato obligado es algo tan perverso como la fornicación, el adulterio, o la homosexualidad.
La solución a la impureza sexual no puede ser meramente externa porque la causa no es externa. La infidelidad física es ante todo un asunto del corazón, y que la lujuria es tan pecaminosa a los ojos de Dios como el acto mismo del adulterio.
La ley mosaica describe al adulterio como un acto de los pecados más despreciables y abominables, sancionable con la muerte. En su fuerte oposición al adulterio, la tradición judía parecía ser totalmente bíblica. Cuando los escribas y fariseos le dijeron a Jesús que Moisés les ordenó apedrear a la mujer atrapada en el acto del adulterio, tenían razón. Si Jesús no hubiera perdonado el pecado en la mujer, esta habría sido apedreada.
A lo largo del Nuevo Testamento las prohibiciones contra la inmoralidad sexual son tan claras como las del Antiguo Testamento.
Sin importar cuánto pueda cuidarse mutuamente y cuán profundamente enamorado este de una pareja, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son prohibidas. En todo caso, y sin excepción se trata de un pecado abominable contra Dios.
“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. El señor Jesús está hablando aquí de una observación intencional con el propósito de codiciar.
Está hablando del hombre que mira de este modo con el fin de satisfacer su deseo perverso. El señor está hablando del hombre que ve una película pornográfica, que selecciona un programa de televisión conocido por su orientación sexual, que va a una playa conocida por sus trajes de baño muy cortos, o que hace cualquier cosa con la expectativa y el deseo de excitarse de manera sexual y pecaminosa.
Mirar con lujuria una mujer no hace que un hombre cometa adulterio en sus pensamientos, él ya adulteró con ella en su corazón. No es la mirada lujuriosa lo que ocasiona el pecado en el corazón, sino que es el pecado en el corazón lo que causa la mirada. La mirada lujuriosa no es más que la expresión de un corazón que ya es inmoral y adúltero. El corazón es el terreno donde están enterradas y empiezan a germinar las semillas del pecado.
El señor Jesús no está hablando de exposición inesperada e inevitable a la tentación sexual. Cuando un hombre ve una mujer vestida de un de tal o cual manera. Sin duda Satanás tratará de tentarlo con pensamientos de lujuria. ¡Escúchame!, ¡escúchame!, pero no hay pecado si la tentación se resiste y la mirada se vuelve hacia otra parte. Lo que Jesús condena es mirar continuamente con el fin de satisfacer deseos lujuriosos, porque esto evidencia un corazón vil e inmoral.
El rey David no tuvo culpa por ver a Betsabé bañándose. Él no pudo haber dejado de notarla porque ella estaba a la vista mientras él caminaba por la terraza del palacio. El pecado de David estuvo en su insistencia en mirar y en sucumbir de modo voluntario a la tentación. Él pudo haber alejado la mirada y sacar la experiencia de su mente. El hecho de que el rey hubiera llevado a Betsabé a sus aposentos y cometiera adulterio con ella expresó el deseo inmoral que ya existía en el corazón de él.
Es en ese reconocer su pecado que el rey David escribe el salmo 51; ese es el clamor de un adúltero verdaderamente arrepentido (leer el ver 1-3)
Un proverbio popular dice: “siembra un pensamiento y cosecharás un acto; siembra un acto; y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”.
Lo anterior quiere decir termine donde termine, el pecado siempre empieza cuando un mal pensamiento se siembra en la mente y en el corazón
Ser infiel es una de las mayores traiciones. No lo dice solo la sociedad, lo dice también el «pacto» que se «firma» cuando comienza una relación.
«Una infidelidad está mal vista porque es la ruptura de un pacto que haces con tu pareja, y si ese pacto se rompe te sientes traicionado. Esa traición lo que hace es que acaba con la confianza que se había construido».
Déjeme le comparto por lo menos siete tipos de infidelidad:
- Las micro infidelidades.
Este tipo de infidelidades son muy sutiles y muy frecuentes. Por ejemplo, sigues el juego de seducción a alguien (dando a entender que estás interesado), sin decir que tienes pareja. O en imaginación fantaseas con otra persona que no es tu pareja.
2. La física
Quedas con una persona que te gusta o te atrae para «hablar» pero debajo de esa inocente quedada, hay un deseo de fundirte con esa persona. «Se suele empezar por aquí, para luego acabar entre las sábanas y consumar la infidelidad sexual. A base de quedadas reiterativas con esa otra persona, todo bajo el paraguas de ir creando una buena y bonita amistad, se camufla las verdaderas intenciones».
3. La online o virtual.
Este tipo de infidelidad gracias a las nuevas tecnologías es muy cómoda y recurrente. El « sexting ». que es el intercambio de fotos o contenido erótico con una tercera persona. o hacer ciber-sexo podría ser otra forma de ser infiel.
«Es muy cómodo ya que puedes conectarte a la hora que quieras (incluso si tu pareja está en casa).
4. La carnal
Esta infidelidad es la más carnal. «Muchas veces tu pareja no te satisface en este terreno, y el 68% de las mujeres afirma que la mayoría de las veces no llega al orgasmo con su marido, con lo cual tendrás que buscártelo fuera».
5. La emocional
Este tipo de infidelidad empieza por la necesidad de cubrir una parte más emocional y afectiva. Todos los seres humanos tenemos necesidades afectivas muy básicas como amar y ser amados. Si sientes que tu pareja ha dejado de cuidarte en el terreno afectivo, lo más seguro es que terminarás siendo infiel.
6. Por venganza o despecho
Hay personas que descubren que le han sido infieles y motivados por toda esta ira y frustración deciden ser infieles también.
7. Por olvidar a tu ex
Cuando se está atravesando las fases del duelo, hay personas que no quieren sufrir y como mecanismo evitativo lo que hacen es tener una aventura con otra persona para llenar ese vacío.
En los versículos 29-30 de Mateo capítulo 5, el señor Jesús está hablando de modo figurado acerca de estas cosas, físicas o no, que nos hacen ser tentados o nos hacen más susceptibles a la tentación. En la cultura judía el ojo derecho y la mano derecha representaban las mejores y más preciadas facultades de un individuo.
El planteamiento de Jesús es que debemos estar dispuestos a renunciar a cualquier cosa que sea necesaria, incluso a nuestras posesiones más valiosas, si hacer eso nos puede ayudar a protegernos del mal.
Nada es tan valioso como preservar el gran valor de la justicia a cualquier costo. Obviamente, ese fuerte mensaje no es para ser interpretado del modo rígido y literal, de manera que parezca que el señor Jesús está abogando por la mutilación. La mutilación no limpia el corazón. La intención de esas palabras es llamar nuestra atención a la necesidad que tenemos de aplacar de modo dramático los impulsos pecaminosos que nos presionan acometer acciones perversas.
El mensaje de esta declaración hiperbólica de nuestro Señor Jesucristo es claramente que el pecado debe ser tratado de modo radical.
Si de manera consciente y deliberada no controlamos lo que nos rodea, a dónde vamos, lo que hacemos, lo que vemos, y leemos, la compañía que conservamos, y las conversaciones que tenemos, entonces tales cosas nos controlarán; y lo que no podemos controlar debe desecharse sin ninguna vacilación.
El adulterio puede resultar divertido y hermoso en sus inicios, no obstante, sus frutos siempre serán amargas consecuencias para quienes se dejan envolver en él.
Déjeme le comparto por lo menos 5 maldiciones del adulterio:
- La corrupción del alma – Proverbios 6:32-33
La persona que comete adulterio halla placer en ello, y esto se debe a un alma que se encuentra contaminada por la maldad; sus pensamientos son insanos e incorrectos y en su interior hay una turbulencia de emociones que lo controlan.
«Corromper el alma» tiene que ver con podrir, destruir, dañar, atentar, trastornar; la persona cuya alma se encuentra corrompida jamás actúa de la manera correcta, sino que la maldad que se alojado en su interior es la que lo conduce a pecar.
2. La ceguera espiritual
«¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, Y abrazarás el seno de la extraña?», Proverbios 5:20.
El adulterio siempre comienza como aventura; durante la primera etapa todo parece ser color de rosas y el cónyuge llega a creer que ha conseguido aquello que realmente lo va a satisfacer, no obstante, este pecado lo enceguece y le impide ver el grave error en el que se encuentra.
La persona adúltera siempre termina perdiendo, en un caso simple, de ser descubierto se pierde la confianza y en un caso extremo hasta la misma familia llega a perderse. Lo que comienza como un simple «desliz» o «desahogo» como muchos lo llaman, termina llevándolos demasiado lejos al punto de enredarlos en su propio pecado.
3. La fuga de bendiciones para la familia
«Bebe el agua de tu misma cisterna, Y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, Y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo, Y no para los extraños contigo», Proverbios 5:15-17.
Cuando el hombre o la mujer están en adulterio se crea una disfuncionalidad matrimonial, el tiempo que se debe emplear entre los conyugues y la familia se pierde y es allí cuando comienzan a fugarse las bendiciones tanto económicas como espirituales.
4. Dios usará tu adulterio como castigo
«Los besos de la mujer infiel son una trampa sin fondo; Dios no deja sin castigo a los que se enredan con ella», Proverbios 22:14.
La infidelidad termina convirtiéndose en dolor y amargura; lo que en un comienzo fue divertido termina acarreando terribles consecuencias emocionales. Muchas de las personas que han experimentado el adulterio saben que lo que deja como resultado es una terrible sensación de vergüenza, además de causar daños irreparables en la familia.
«Lo que mal empieza, mal termina», y toda relación que comienza basada en mentiras y engaños no tendrá un buen término, pues Dios nunca bendecirá una relación como esta, todo lo contrario, la usará para demostrar a las personas su necedad.
5. Perderlo todo
«Nadie deja a un cónyuge por algo mejor, sino por algo más fácil», desde un inicio la infidelidad comienza con un deseo por llenar un «vacío» que, según la persona, su propio esposo (a) no es capaz de llenar. Sin embargo, uno de los escenarios más tristes es cuando luego de perderlo todo a causa de la infidelidad, el conyugue termina por darse cuenta muy tarde de todo el daño que sus acciones causaron.
Hay daños irreparables en los matrimonios aun dentro del pueblo cristiano; relaciones que una vez se rompieron por causa de una infidelidad y que terminaron en divorcio.
Un buen consejo:
“No botes a la basura aquello que un día fue la mejor decisión de tu vida». «No arruines tu matrimonio, al contrario, riega cada día ese jardín y verás que vas a cosechar los mejores años al lado de la persona que un día decidiste amar”
Proverbios 5:18-20
¡¡¡AMÉN!!!