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El Sermón del Monte y la Ley - Parte 4

eL SERMÓN DEL MONTE Y LA LEY PARTE 4

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Propósito:

“DIOS, promete su gracia y todo bien a quienes cumplen sus mandamientos.”

 

Introducción:

Para poderle dar sentido a este argumento del sermón del monte hemos venido hablando de lo que significan los diez mandamientos; ya hemos visto los primeros siete:

1- No tendrás dioses ajenos delante de mí.
2- NO TE HARÁS ÍDOLOS O IMÁGENES PARA POSTRARTE Y ADORARLAS.
3- No tomarás el nombre de Dios en vano.
4- Acuérdate del día de reposo.
5- Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien en la vida.
6- No matarás.
7- No cometerás adulterio.

OCTAVO MANDAMIENTO: “No hurtarás”. 

¿Sabías que cuando pides fiado sabiendo que no tienes el dinero para pagar, estás robando? ¿Sabías que cuando haces tiempo en tu trabajo, estás robando? ¿Sabías que cuando te quedas con las vueltas, estás robando? ¿Sabías que cuando murmuras, estás robando?

Hay muchas formas de robar que, aunque se aparentan como culturales e inofensivas, la Biblia las prohíbe.
El apóstol pablo en Efesios 4:28 dice: El que hurtaba…

El octavo mandamiento tiene muchas implicaciones o condiciones:

-No podemos tomar las cosas que pertenecen a otros, que ya tienen dueño.
-Si queremos algo, debemos trabajar para poder pagarlo y así adquirirlo.
-Debemos compartir con quien no tiene (no el que no tiene por no trabajar o por gastar mal su dinero).
-No podemos usar medios como el engaño, las presiones, falsa amistad, quejas, lamentos… para obtener lo que es de otro.

El octavo mandamiento defiende el derecho a la propiedad. El derecho a la propiedad no fue establecido por los franceses en la Revolución Francesa de 1789, fue establecido por Dios cuando entrega los Diez Mandamientos.

¡Dios defendió y habló de derecho de propiedad mucho antes que políticos y juristas!

Todo robo, todo hurto, comienza con el deseo de tener lo de otro; eso se llama codicia y está lleno de injusticia. Es querer tener algo sin trabajar por ello, sin pagar por ello, sin tener derecho a tenerlo, y sin importar a quien perjudico.

El mundo en que vivimos está lleno de personas que buscan quitar a otros sus pertenencias, su dinero, sus derechos.

El mayor ladrón ha sido el diablo. Ha buscado robarle a Dios y a los hombres sus derechos y pertenencias. El diablo quiere todo lo que Dios tiene, quiere ser Dios. Quiere la autoridad, el honor, el poder, la propiedad… de Dios.

Y es el diablo quien ha sido el ejemplo para los hombres transformarse en ladrones también. Los hombres también han buscado las mejores formas para tener lo que no merecen ni se han ganado.

En todos los rubros hay ladrones. Hay ladrones en las escuelas, en el gobierno, en los comercios, en los bancos, en las iglesias. La mayoría de las formas de robar son para conseguir lo que no nos corresponde.A veces no nos damos cuenta de cuán ladrones podemos ser. Somos ladrones cuando al trabajar para un empleador perdemos el tiempo sin trabajar, cuando nos llevamos materiales de nuestro lugar de trabajo, cuando rompemos a propósito las herramientas.

Somos ladrones si ocupamos cargos de gobierno y de administración y administramos mal los bienes públicos para sacar provecho para nosotros o para los amigos involucrados.

Somos ladrones cuando cobramos por un trabajo que no realizamos. Somos ladrones cuando manipulamos la ley, las licitaciones, los concursos, para obtener beneficios.

Somos ladrones si como comerciantes vendemos a precios desorbitados, cosas dañadas o vencidas, o usamos medidas falsas, como dice la Biblia.

Somos ladrones si pedimos prestado un dinero que no pensamos pagar… somos ladrones si pedimos fiado sabiendo que no podremos pagar. Salmo 37:21

Somos ladrones si no pagamos nuestros impuestos. Somos ladrones si vivimos o nos damos gustos a costa del dinero de otros. Somos ladrones si le robamos a Dios…Malaquías 3:8-9

El robo o hurto es un atentado contra el mismo prójimo. Eso fomentaba ociosidad y no dignificaba el trabajo diario hecho con esfuerzo propio. Robar fomentaba ganancias fáciles, y esto era una práctica que no se aprobaba en esos días. El robo apareció juntamente con la violencia, y su paso siguiente era la muerte por el asesinato provocado.

Es pecado robar porque no solo se roban los frutos, sino que se desprecia el esfuerzo que se empleó para obtener dicha ganancia. Al hombre se le había enseñado desde niño a trabajar y sudar para ganar el pan de cada día. Se les recordaba el inicio de la raza humana, Adán recibió esa sentencia de trabajar y ganar el pan con el sudor de su frente. Trabajar y ganar el sustento es la antítesis de robar.

El robo más insignificante tiene el mismo valor que el robo grande ante Dios.

A través de la piratería, robo intelectual, también el plagio. Algunos justifican el robo y argumentan que robarle al rico no es malo, tipo Robín Hood.

Sin embargo, el robo es robo en todo sentido, atenta contra la integridad de prójimo. Otros justifican el robo argumentando el dicho: “ladrón que roba ladrón tiene mil años de perdón”. Eso no justifica nada la desobediencia de este mandamiento. El robo es pariente de la violencia, porque atenta contra la persona integralmente.

Y la envidia se podría definir así: “La envidia es no estar satisfecho con lo que se tiene, y se daña la mente y el corazón codiciando lo que el otro tiene”. Pongámoslo así: cuando se murmura de otra persona es porque le tienen envidia.

NOVENO MANDAMIENTO: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”.

Este mandamiento tiene que ver más que todo con el juicio ante la ley o algún tribunal. Tiene que ver con el cuidado que hay que tener con el juicio que se levante contra una persona ante un tribunal.

El Falso testimonio, sin pruebas, si es en un pasillo se le llama murmurar, chisme, pero si ese falso testimonio se da ante la ley que se presume bajo juramento se llama “PERJURIO”.

Ahora bien ¿qué es el testimonio? El testimonio son las evidencias o el acervo probatorio que existe contra una persona y que da derecho a algún tribunal que se elija para juzgar a esa persona. Es aquí en este mandamiento donde se termina de tipificar el delito de no matarás, “cuando se le quita a la persona la posibilidad de vivir una vida digna como persona”.

¡¡¡Ten mucho cuidado cuando seas testigo de algo!!!

El apóstol Santiago le dedica un capítulo a la lengua, como órgano mortal y con veneno satánico. Tiene fuego mortal. Solamente el hombre que sabe dominar este mal es perfecto.

¡Cuánto mal ha hecho el mal uso de la lengua! En todo el recorrer de las santas escrituras se narran males por causa de la lengua.

Qué bendición es cuando usamos la lengua para trasmitir la palabra de Dios.

Cuando hablamos la verdad y solo la verdad, nos volvemos personas veraces, confiables. Cuan poderosos nos volvemos cuando hacemos uso solo de la verdad, la verdad que edifica a la humanidad, esa verdad que es la palabra de Dios. Jesucristo dijo en el evangelio de Juan 8:32: “y Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

¿Y cuál es la antítesis de la verdad? La mentira, la Biblia dice en Efesios 4:25. La sociedad está llena de mentiras y mentirosos. 

El noveno mandamiento es uno de los más violentados en nuestro mundo. Y lo peor es que muchas personas prefieren escuchar y creer y esperar y confiar en mentirosos… porque la mentira endulza el oído. La mentira nunca soluciona los problemas, simplemente los origina o los agrava. Las mentiras han provocado problemas de todo tipo: gubernamentales, económicos, familiares, matrimoniales, en los estudios, con los vecinos, con los amigos, en el trabajo.

A los israelitas se les pedía que en todo negocio tuvieran que tener como base o constancia dos o más testigos. Jesucristo lo volvió a recalcar en sus enseñanzas.

Sócrates tenía un principio, cuando alguien quería difamar a alguno de sus amigos, les hacia la prueba de los tres tamices; les preguntaba; ¿Es importante lo que vas a contar? ¿Te consta? ¿Te edifica a ti o a mí? Ante tales interrogantes desistían en contar alguna difamación mal fundamentada.

Cuando se murmura, se miente con respecto a una persona sin el implicado estar presente, daña su autoestima al fomentar propaganda negra contra su persona. ¿Pero si es verdad lo que se dice de él, aunque sea malo? Con valentía y, ¡claro!, respaldado por Dios, hazle saber esa verdad completa, quita ese cuento de que “le digo el milagro pero no el santo”. Mejor no diga nada porque ahí se tipifica el chisme y no hay verdad en las palabras, el consejo sabio es platicar con él a solas, siguiendo el principio de Gálatas 6:1-5.

La difamación trae consigo maldición. Entonces, debemos trabajar en esta área de nuestra vida y hacernos el compromiso de usar mejor nuestra lengua utilizando palabras para bendecir, no calumniemos, ni chismeemos.

DÉCIMO MANDAMIENTO: “No codiciarás nada ajeno que sea de tu prójimo””.

No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.” 

Dios no nos prohíbe tener cosas, no nos prohíbe el trabajar de forma legítima para alcanzar el bienestar y la comodidad del hogar. Dios prohíbe la codicia. Codiciar es desear algo que no es nuestro, es desear algo que es ajeno. La codicia controla nuestros pensamientos y nuestras emociones. La codicia nos enferma espiritualmente. La codicia ha llegado a nuestras vidas cuando ciframos la felicidad en alcanzar el objeto o la persona codiciada. La codicia ha llegado a nuestras vidas cuando nos llenamos de celos y de envidia por lo que otros tienen. La codicia ha llegado a nuestras vidas cuando vemos lo que otros alcanzan y nos preguntamos por qué nosotros no y nos duele y nos frustra nuestra realidad.

Este mandamiento vuelve a mostrarnos el concepto de la ley y lo que quiere decir es que la ley es comunitaria.
La codicia es el deseo profundo y personal de obtener algo que no es mío. Y en términos más resumidos, codicia es igual a envidia profunda.

Y la envidia se podría definir así: “La envidia es no estar satisfecho con lo que se tiene, y se daña la mente y el corazón codiciando lo que el otro tiene”. Pongámoslo así: cuando se murmura de otra persona es porque le tienen envidia.

¡Las personas dicen tengo envidia de la buena! ¿Será?
¡Te voy a hacer una crítica constructiva¡ ¿Será?

Este mandamiento está ligado con el seis (No matarás) y el ocho (no hurtarás), ya que trata del respeto al prójimo y darle su dignidad como persona. Es vital ver que entre los bienes del prójimo estaba su mujer. No por el hecho de ser ella comparada con un objeto, sino por la valía a que tiene derecho. NO se le podía codiciar porque el que la codiciara se le ligaba con el pecado de adulterio. El Señor Jesucristo lo dijo en el sermón de la montaña; “cualquiera que mira a una mujer y la codicia en su corazón, ya adulteró con ella”.

En esta lista aparece la mujer, no como un objeto de uso o de propiedad, sino un elemento que necesitaba mucho cuido; el apóstol Pedro nos muestra cómo debe ser ese cuidada 1ª pedro 3:7. Dios demandará de cada hombre la mujer que le dio, y el hombre debe cuidarla como un buen administrador y no como una cosa común.

Se entiende entonces que el codiciar los bienes ajenos es un atentado contra el mismo prójimo. En pocas palabras, no se debe atentar contra la propiedad privada del prójimo, porque él es un administrador que Dios puso sobre esos bienes, incluyendo a su propia esposa.

La postura del hombre es de administrador, y no como dueño. Se demandaba mucho respeto al tener contacto con las propiedades ajenas, ya que el propietario es el mismo Señor. Este mandamiento demanda mucho respeto a la casa, la mujer, siervo, criada, buey, asno, y cualquiera otra cosa.

Qué bien se haría si se considerara y obedeciera este mandamiento. Por un lado, el hombre como administrador cuidaría estos elementos de una manera especial, sabiendo que no son suyos sino del dueño de todo bien, el Señor Dios Jehová de los ejércitos todo poderoso.

Por otra parte, reconociendo cuál es nuestro rol y el de nuestro semejante, cada quien debe cuidar lo que se le ha encomendado.

CONCLUSIÓN

Sé que en estos últimos tiempos las iglesias y las personas enseñan diciendo que los Diez Mandamientos están caducos, que no hay que guiarse por estas leyes pesadas y onerosas.

Pero es importante que aprendamos estas leyes, y les recomiendo verlos a la luz de la carta a los Romanos, para que puedan entender en la amplitud de la Palabra y cómo se aplican estas leyes en el Nuevo Pacto en Jesucristo.

Y verán cómo muchas respuestas que necesitan los creyentes de hoy salen a luz, sabrán porqué sus oraciones no resultan según su deseo, cómo en sus vidas no suceden según la Biblia promete; todo tiene su explicación en la falta de observancia de los mandamientos de Dios.

Recuerden que tanto los Diez Mandamientos como la carta a los Romanos, la Biblia en su totalidad está inspirada por Dios, y utilizó a los creyentes en diferentes épocas y circunstancias políticas, sociales, espirituales, aquellos que creyeron sin ver, aquellos que tenían su mirada como viendo al invisible, aquellos que creyeron en Jesús como su único Señor y suficiente Salvador.

¡¡¡AMÉN!!!

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