Propósito
Llevar a la iglesia a observar con reverencia y con gratitud el silencio de Cristo en el camino a Su sacrificio como ejemplo máximo de obediencia; desafiando a cada persona a reconocer con humildad su tendencia a la queja, a la justificación y que esto los lleve al arrepentimiento y al compromiso con una vida santa.

Vivimos en una época donde la gran mayoría de nosotros queremos ser escuchados, donde la gran mayoría de nosotros queremos hablar. Todos desean defenderse, justificarse, responder, ser escuchados. Lo vemos en las redes sociales, algunos tienen opiniones tan largas que Twitter les puso límite, y aún así hacen hilos de 72 tuits, adivina sobre ¿qué? Sobre cómo hacer silencio.
Lo vemos en los foros y muchas veces las conversaciones personales se convierten en momentos llenos de voces que gritan para ser comprendidos.
Al mismo tiempo, el silencio es para muchos, un sinónimo de debilidad, de derrota o de sumisión. “Si te callas, pierdes” dicen algunos, o “eso es injusto, hay que hablar”, “no te quedes quedar callado, eso tiene que quedar claro porque si guardas silencio, vas a quedar mal.”
Sin embargo, hay silencios que no son evidencia de cobardía, iglesia, sino de poder, hay silencios que no son resignación, sino redención, hay silencios que no son indiferencia, sino son muestra de una intercesión.
Permítanme contarles sobre parte de la vida de una Pastor Luterano evangélico. Este Pastor fue uno de los principales detractores del comunismo que ejercía su poder en Rumania, a principios del siglo XX. Después de la segunda guerra mundial, ya no había ocupación nazi, pero sí del régimen de la Unión soviética Comunista. Un régimen que adoptó una doctrina atea estatal y que, fiel a esas convicciones perseguía a los cristianos, los procesaba, los encarcelaban y los torturaban.
Este Pastor llamado Richard Wurmbrand, de origen judío, permaneció 14 años en prisión, tres de esos años en total confinamiento solitario, en una celda bajo la tierra sin luz, drogado, torturado, sin contacto humano, ni siquiera con quienes lo custodiaban. Su esposa, Sabina, también de origen judío permaneció tres años en prisión y toda su familia fue asesinada en los campos de concentración nazis.
Durante los interrogatorios, sus carceleros lo presionaban insistentemente a que negara a Cristo o que traicionara a otros cristianos a quienes él mismo había protegido anteriormente. En su libro “Torturado por Cristo” narra lo siguiente:
“Tuvimos que sentarnos diecisiete horas sin nada en qué apoyarnos y no se nos permitía cerrar los ojos. Durante diecisiete horas al día teníamos que escuchar: “El comunismo es bueno, el comunismo es bueno, el comunismo es bueno, etc.; el cristianismo es estúpido, el cristianismo es estúpido, el cristianismo es estúpido, etc.; déjalo, déjalo, etc.” Nos aburrimos de eso después de un minuto, pero tuvimos que escucharlo las diecisiete horas completas durante semanas, meses, incluso años, sin ninguna interrupción.”
Sin embargo, él permanecía en silencio muchas veces, sin responder nada a quienes hacían esto con él. El silencio del Pastor Richard Wurmbrand no era vacío, sino lleno de oración y comunión con Cristo, ese silencio fue su resistencia más profunda. Sus perseguidores no lo entendían, pero ese silencio predicaba y sigue predicando hoy.
Pero escalemos esto a un nivel infinitamente mayor, a un silencio majestuoso. Así como este Pastor guardó silencio, no por cobardía sino por su propio testimonio y fidelidad a Cristo, fue nuestro Señor Jesús quien no abrió Su boca porque Su silencio ya era una proclamación por sí misma: “El cordero se ofrecía voluntariamente”. No respondió a sus acusadores porque con Su entrega ya estaba hablando.
Lectura del texto: Isaías 53:7 NBLA
Este versículo está en uno de los cuatro cánticos del siervo sufriente. Este el cuarto. Es un poema profético y una de las partes más profundamente mesiánicas que encontramos en el Antiguo Testamento. Esta poesía describe a un siervo que sufre, pero no por su propio pecado sino de manera vicaria, es decir, por el pecado de otros.
El versículo 7 que acabamos de leer es el centro mismo emocional y transcendental de este cántico y se encuentra justo después de leer que fue herido por nuestras transgresiones (versículo 5) y justo antes de que se nos enseñe que su juicio y muerte fueron totalmente injustas (versículo 8.)
Viajemos al pasado por un momento y ubiquémonos en el Siglo VII a.C. cuando Isaías profetizaba estas palabras, este cántico que apuntaba a un futuro siervo dispuesto por Dios. El pueblo de Judá y Jerusalén eran quienes en ese momento escuchaban las palabras de la propia boca de Isaías, pero de ellos, puedes imaginar su cara de decepción, de incredulidad, quizá algunos (muy pocos) de esperanza porque ellos esperaban un libertador político, un guerrero, un tipo Rambo, no un siervo sufriente que sólo guarda silencio y que, lo que dice, no inicia guerras libertadoras. Esperaban un guerrero en un caballo blanco, no en un burrito. Seguro pensaron que les mandaron la versión Beta del Mesías no el Alfa. Esta figura rompió con todas las categorías mesiánicas que había en la mente del pueblo.
Vamos un poquito más atrás en el tiempo y ahora ubiquémonos en el sistema levítico de los sacrificios y, especialmente en la pascua, donde un animal inocente moría, era sacrificado, para cubrir o expiar la culpa de alguien más.
Ese sacrificio que se describe en este versículo (como cordero que es llevado al matadero) nos remite a ese sistema de sacrificios y a la imagen impactante de una oveja muda que no lucha, que no protesta, sino que se rinde, en el caso de nuestro Señor Jesús, voluntariamente. Ese es el cordero de Dios que Juan el Bautista señala como “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Y así ya podemos ubicarnos en nuestra era, en el Nuevo Testamento más precisamente. Felipe le explica al eunuco etíope que este Siervo es Jesús como lo cita directamente en Hechos 8:32-35, también el apóstol Pedro dice: “y quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.” 1 Pedro 2:23
Iglesia, de las grandes e inalcanzables virtudes que cada día me enseña Cristo, una de las que más me hace sentir incapaz es su capacidad de mantenerse en silencio en medio de las falsas acusaciones porque esa actitud de Jesús está muy alejada de mis propias reacciones reflexivas cuando me siento atacado injustamente o a veces con justa causa y muy seguramente esa actitud también está alejada de tus propias reacciones.
Jesús fue sometido a una terrible y evidente injusticia, fue sometido de un juicio absurdo a otro y en medio de todo eso Jesús resalta más por lo que no dijo que por lo que dijo.
- Con los fariseos y los líderes judíos. Marcos 14:60-61 NBLA: “Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra Ti?». [61] Pero Él se quedó callado y nada respondía.”
- Con Pilato. Mateo 27:13-14 NBLA “Entonces Pilato le dijo: «¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?». [14] Jesús no le respondió ni a una sola pregunta, por lo que el gobernador estaba muy asombrado.”
- Con Herodes. Lucas 23:9 NBLA “Lo interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió.”
La opresión y la aflicción que sufrió Jesús y que leemos en Isaías 53:7 no sólo fueron físicas sino también judiciales. Este juicio a Jesús fue realizado en un entorno desordenado, con estrategias bajas y viles, aumentado por la gritería alrededor, la confusión, la interrupción, una total cacofonía.
Le hacían preguntas, no con el ánimo de darle oportunidad a Su defensa sino para usar cualquier palabra con sevicia y encarnizamiento. A pesar de todo este proceso manipulado, Jesús permaneció en el banquillo de los acusados, hablando muy poco, absorbiendo todo el veneno, no abrió Su boca porque estaba cumpliendo Su obra redentora.
Por si esto fuera poco, quiero darte más contexto. Escucha esto: estas son las 16 bajezas hechas a Cristo, que fueron profetizadas y que encontramos a lo largo del libro de Isaías desde el capítulo 52 al 53 y cómo contrasta esto con Su silencio: 1. Desfiguraron Su parecer (52:14; 53:2-3), 2. Desfiguraron Su hermosura (52:14), 3. No le creyeron (52:1), 4. Lo despreciaron (53:3), 5. Lo desecharon, 6. Escondieron de él el rostro, 7. No lo estimaron, 8. Lo tuvieron como uno que sufre justicia por Sus propios crímenes (53:4), 9. Nos apartamos de él (53:6), 10. Lo ignoramos, apartándonos cada cual por su camino, 11. Lo angustiaron (53:7), 12. Lo afligieron, 13. Lo mataron en ira (53:7-8), 14. Le quitaron la justicia (53:8-9), 15. Dispusieron con los impíos Su sepultura (53:9), 16. Lo contaron con los pecadores (53:12).
- ¿Cuántas veces intentas defenderte o justificarte en situaciones de conflicto? Nosotros protestamos cuando somos tratados injustamente. Pero Jesús fue inocente, y guardó silencio. Él no fue silenciado: Jesús eligió, prefirió, decidió, optó, callar para llevar tu pecado porque Su silencio es un grito que dice: “Lo hago por ti.” Un notable y elocuente silencio.
No confundas ser silenciado con elegir el silencio. Jesús no fue cancelado… Él eligió callar. Hoy, muchos quieren hablar sin pausa, pero pocos callan con propósito. Para ti, que vienes por primera vez a este lugar, el silencio se Jesús tiene poder de salvación. A través del sacrificio de ese Cordero que no abrió Su boca a pesar de todo el mal recibido, hoy tu puedes recibir perdón, paz y justificación si te presentas en arrepentimiento delante de Él para el perdón de tus pecados y así poder empezar una nueva vida de transformación progresiva para la gloria de Cristo.
Juan Calvino en su comentario a este versículo de Isaías escribió: “Esta fue la razón de su silencio en el tribunal de Pilato, aunque tenía una defensa justa que ofrecer; porque, habiendo llegado a ser responsable de nuestra culpa, quiso someterse en silencio a la sentencia, para que podamos gloriarnos en voz alta en la justicia de la fe obtenida mediante la gracia gratuita.” Por lo tanto, el que se gloría que se gloría en el Señor Jesucristo y a viva voz lo proclame porque si de algo debemos de gloriarnos es en Cristo y en Su Sacrificio por nosotros.
Ahora, en este punto, alguien puede pensar: “Bueno, Gildardo, tampoco es que Jesús haya guardado completo silencio. El no siempre se mantuvo callado frente a quienes lo acusaban. Entonces, ¿cuándo sí debo hablar? ”El silencio de Jesús demuestra una fortaleza interior que va más allá de la necesidad de defenderse. En lugar de reaccionar, confía en la justicia y en la voluntad de Dios. Lo vemos de dos maneras y así respondemos esta pregunta:
- En el jardín del Getsemaní, en Mateo 27, cuando ya se acercaba ese oscuro momento de entrega, Jesús derramó totalmente Su corazón al Padre no una, ni dos, sino tres veces. Oró apasionadamente lo que hoy se conoce como la oración sacerdotal pidiéndole al Padre que pasara de Él esta copa y que hubiese cualquier otra manera de cumplir la obra a la que había sido enviado. Sin embargo, al salir del jardín, dejó a un lado las palabras, puso sus oraciones en el Creador y Sustentador del Universo y desde ese momento apenas habló
con los demás.
¿Cuántas veces en lugar de hablar con tu Padre que está en los cielos, sobre el momento o los momentos difíciles que estás atravesando o en lugar de clamar a Él para que te muestre cómo alinearte con Sus propósitos y perspectivas o en vez de buscar que tu corazón esté sintonizado con la voluntad de Dios, terminas desahogándote de manera errante con los demás? A veces usamos el grupo de Whatsapp de la familia como si fuera el confesionario: ahí soltamos todo… claro, menos el pecado propio. Y después decimos: “es que necesitaba desahogarme”. Pero ¿con quién te desahogaste? ¿Con el tío que sólo manda memes? Coges el celular y envías mensajes de Whatsapp o haces llamadas motivadas por la ira, la frustración o la impotencia queriendo poner en evidencia los errores de los demás mientras te presentas a ti mismo o misma de la mejor manera posible. Sí, a mí me pasa y si hay honestidad intelectual en ti, también a ti te pasa. Entonces, con quien debes hablar primeramente es con tu Padre Celestial. - Sí, Jesús habló, pero no intentó refutar toda la sarta de mentiras que sus acusadores señalaban. No protestó contra lo injusto de Su proceso judicial ni apeló a la “Corte Constitucional.” Las pocas veces que habló, no lo hizo por temor o para reivindicarse. Que contraste con nosotros, que cuando nos tocan el orgullo, entramos en modo abogado y citamos hasta el estatuto de ciudadanía celestial. Si alguien lo conoce, me lo envía, por favor.
Jesús nunca negó la verdad ni se contradijo con lo que dijo o dejó de decir, eligió no devolver las críticas que le hacían ni intentó defenderse porque como dice, de nuevo, 1ª Pedro 2:23 “sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia”. Mientras sus acusadores estaban llevados por la saña, la sevicia y la ira, el temperamento de Jesús nunca se alteró, sus palabras fueron pocas, con un propósito y sin pecado.
Entonces, que tus palabras no sean reactivas sino efectivas en cuanto a propósito, con la claridad de tu Sumisión al Padre y con la tranquilidad de tu llamado como seguidor de Cristo y la seguridad de tu identidad, de quién eres en Él. El silencio de Jesús debe recordarte que tu seguridad está en Dios, no en tus palabras o explicaciones.
Entonces, ¿cómo reaccionas cuando te acusan injustamente? Algunos oran, otros publican indirectas en redes sociales.. y otros ¡hasta hacen ayuno para que Dios derrame fuego sobre ese pecador! ¿No? ¿Sólo me pasa a mí? ¿Cómo es normalmente tu primera reacción cuando te acusan falsamente? ¿Cómo sería tu vida en el día a día si esa primera reacción fuera ir delante de Dios y poner allí tu corazón, abierto?
El apóstol Pedro nos llama a seguir sus pisadas, a sufrir sin venganza. Esta es una palabra fuerte en una sociedad que idolatra el derecho a defenderse, pero tú como cristiano maduro, como Jesús, tu Señor, tienes la libertad de elegir el silencio confiado porque sabes que Dios es justo juez.
Si estás sufriendo en silencio, el versículo de hoy, Isaías 53:7, te recuerda que Cristo no solo te salvó en silencio sino que también te acompaña como palabra viva de Dios en tus silencios más dolorosos. Él conoce perfectamente lo que es no tener a quién contarle el dolor y te asegura que el Padre lo escuchó y tú también eres escuchado. Heb. 4:15-16 “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. [16] Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.”
Conclusión
Aún hoy Él puede permanecer en silencio ante quienes blasfeman, ateos que atacan Su existencia, ante quienes se burlan y lo acusan neciamente porque, aunque se creyeron sabios vinieron a ser necios, pero un día Su voz retumbará firme, clara y fuertemente hasta en los confines de la tierra y todo ojo lo verá y quienes han hablado en Su contra se quedarán sin palabras ante Su majestad, magnificencia, poder y gracia y tu y yo cantaremos y doraremos por la eternidad al León de Judá.
Nuestro Señor Jesús no abrió su boca. Con una palabra hubiese terminado tal injusticia porque con una palabra había calmado la tormenta, echó fuera demonios y resucitó muertos. Jesús guardó silencio porque estaba llevando a cabo la obra de tu redención y la mía.
En cada burla, en cada bofetada, en cada escupitajo directo a su cara, en cada acusación falsa, en cada clavo, Él callaba porque en ese silencio, el cielo hablaba sobre tu perdón. Y tú, ¿cómo estás respondiendo a ese silencio? ¿Siguiendo al mundo en su griterío olvidando al cordero que permaneció mudo? ¿Reaccionas con orgullo, con justificaciones, con quejas cuando te acusan mientras que Cristo callaba para salvarte? ¿Vives tu vida cristiana sin asombro, como si ese silencio no hubiera costado nada? Ya es hora de quebrarte ante el silencio de Jesús, no con un estéril remordimiento sino con una convicción santa, no con una fachada de decencia sino con un corazón santificado.
Si Él guardó silencio para llevar tus pecados, ¿cómo puedes vivir una vida ligera, sin santidad, sin gratitud, sin obediencia? No soy la persona que debería ser, no soy la persona que podría ser, no soy la persona que desearía ser; pero ya no soy la persona que una vez fui; y por la gracia de Dios soy lo que soy.
Si hoy pasas por una temporada incierta y por un sufrimiento en silencio, no estás solo o sola, Jesús ha estado ahí, Él conoce tu silencio y entiende tu corazón y está ahí, contigo.
Así que hoy, Iglesia, ríndete ante Sus pies y muéstrale que aquí estás y que deseas que tome tu vida entera, confiesa que muchas veces has pecado contra el Cordero de Dios, pídele perdón, pídele transformación y toma la decisión hoy mismo de que tu vida sea una respuesta viva al silencio que también decidió Jesús en el calvario.
Y que cuando otros te miren, cuando el mundo entero quiera acusarte, sólo vean en ti el reflejo de la gracia de aquel Cordero que fue llevado al matadero y no abrió su boca por amor a ti.