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La contundencia de la Fe

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Introducción

¿Alguna vez has sentido que tu vida es como un barco sin timón que va empujado, por las circunstancias difíciles, por las olas de la vida? ¿Has orado en algún momento difícil y, al terminar, en lo más profundo de tu ser pensaste: «no creo que Dios me esté escuchando»?

¿Te has visto en esa ambivalencia entre querer confiar, pero también querer resolverlo todo a tu manera?

Hace ocho días, el Ps. Gabriel, nos guiaba a través de Santiago 1:2-5, aprendimos que la paciencia es la capacidad de soportar las pruebas y tribulaciones de la vida sin rendirse y que las respuestas de Dios pueden ser «Sí», «No», «Espera» y «Tengo algo mejor para ti». Que no hay límites en lo que Dios nos da cuando le pedimos lo que es coherente con Su voluntad, como, por ejemplo, Su sabiduría ¿para qué? Para enfrentar las diversas pruebas.

 

Pero ¿qué pasa cuando, atravesando esa prueba, la fe empieza a flaquear? ¿Qué ocurre cuando, clamamos, oramos, pero alojamos dudas?

Hoy veremos lo que Dios nos enseña sobre esto. Te adelanto que es contundente, fuerte, claro y te va a incomodar. Spoiler: «El que duda, no piense que recibirá cosa alguna del Señor.»

Permítanme contarles una historia: Charles Blondin fue un equilibrista francés que vivió en el siglo XIX y era muy conocido por cruzar varias veces, sobre una cuerda floja, las Cataratas del Niágara en 1859. 

Este hombre, estando a más de 50 metros de altura, recorría 300 metros a pie, en carretilla, con los ojos vendados y hasta cocinó una tortilla allá, subido. 

 

En una de esas le preguntó a la multitud: «De ustedes, ¿quién cree que soy capaz de cruzar de nuevo, pero esta vez llevando a una persona sobre mis hombros?» Todo el mundo gritó y aplaudió: ¡«Obvio»! ¡Claro, con todo lo que ha hecho ya! ¡Sí, creemos que eres capaz! 

Blondin, señaló a un hombre que tenía al frente y le dijo: «¡Venga, súbase usted!» ¿Adivinen qué pasó? «Obvio» … no lo hizo. Iglesia: creer es mucho más que aplaudir. La fe verdadera es dejarse llevar, como niños, en los hombros de Dios, mientras cruzamos el abismo: las pruebas.

El Ps. Gabriel nos mostraba que Dios no desperdicia el sufrimiento, sino que lo usa para obrar en nuestra paciencia y cuando esta paciencia tiene su obra completa, nos transforma en creyentes maduros, pero ¿cómo mantener esa obra de paciencia activa cuando la vida golpea más fuerte?

Paz con Dios significa que nuestro problema con el pecado ha quedado resuelto por la sangre de Cristo

antiago 1:4-8

Santiago, el medio hermano de Jesús, escribió esta carta entre los años 44 y 62 d.C. a judíos cristianos y a gentiles creyentes a causa de una gran persecución, se encontraban fuera de Palestina. Entonces, se encontraban frente a tres situaciones: 

  1. Pruebas duras como pobreza, persecución, discriminación (1:2), 
  2. Tentaciones internas en su lucha moral y espiritual (1:13-15) y 
  3. Confusión doctrinal ya que tenían una mezcla de parcialidad, mundanalidad y falta de obras que los tenía en una vida de oración poco profunda, débil y vacilante.

Esta carta, más que un compendio teológico, parece un sermón, tiene un contenido pastoral que busca proteger, exhortar y acercar más a sus lectores a Jesús de una manera tierna, comprensiva, fraternal (como al escribir: «Hermanos míos» hasta 15 veces) y autoritativa. Los destinatarios originales estaban confundidos, dispersos, necesitaban sabiduría para enfrentar con fidelidad el sufrimiento, eran vacilantes, con tendencia a dividirse o alejarse de una verdadera fe. Antes de hablar de la moral, de la lengua, de obras o de justicia social, de lo que habla en los siguientes capítulos, primero empieza por la esencia práctica de la vida cristiana: una fe que pide sabiduría con certeza en medio de las pruebas para alcanzar la perfección de la paciencia.

 

La palabra «pruebas» que es el centro de este primer capítulo, puede entenderse como «un experimento» o como «para ver si algo funciona», puede ser también «una prueba de fidelidad o de amor», «alguien a quien se le dice: “demuéstrame que de verdad me amas”», algo que «prueba el carácter o la fe de alguien». Esto es lo que el apóstol parece incluir al inicio de la carta refiriéndose a aquellas experiencias que tienen el propósito de templar al creyente y de producir madurez y/o crecimiento espiritual.

 

Es importante reiterar que esta carta está dirigida a creyentes, no a incrédulos, es decir a personas que, aunque tenían una fe débil, al fin y al cabo, tenían una base cristiana a la que habían llegado por fe, eran creyentes de Cristo como tú y como yo.

Ahora, tú puedes estar desmoronándote por dentro, viviendo una terrible prueba y no logras «entender» por qué. Déjame decirte algo incómodo: Dios no te pide que entiendas sino a que recibas esas pruebas con sumo gozo. 

Pero, Santiago, ¿cómo voy a recibir la muerte de mi esposo con sumo gozo o la pérdida de mi trabajo o la partida de un hijo? Claro, la prueba no produce gozo en sí misma, por eso el llamado es a ser intencionales y hacer un compromiso consciente de afrontarlas con gozo. 

¿Cómo hago eso, Gildardo? Para entenderlo mejor, debes diferenciar lo que es «gozo» de «alegría» y para esto quiero citar a un cristiano psiquiatra Pablo Martínez Vila: «El gozo no es lo mismo que la alegría. La alegría se siente, el gozo se tiene. La alegría es una emoción; el gozo es una actitud ante la vida. La alegría, como todas las emociones, es pasajera, transitoria, depende de las circunstancias y se puede perder; el gozo no te lo puede quitar nadie. 

El gozo es más profundo que la alegría; permanece aún en medio del dolor. Es más, mientras que la alegría se hace fuerte en el bienestar, el gozo se robustece en la prueba. ¡Divina paradoja! Se puede tener gozo en la tristeza. Yo puedo estar llorando y tener, conservar, el gozo porque las lágrimas no apagan el gozo. El gozo sólo lo apaga la amargura, su mayor enemigo.»

Sean cuales sean tus circunstancias personales, podrás decir: «no me siento alegre, pero tengo el gozo del Señor en mí, porque ese gozo no viene de dentro de mí sino de arriba, de Cristo mismo.» 

 

El objetivo continuo es llegar al perfecto resultado de la paciencia que fortalece tu carácter, que aumenta tu esperanza, que glorifica a Dios, para eso fuiste hecho.

Santiago dice en el ver 4: «y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte.»

Permíteme comenzar con el final de este versículo: «para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte.»

Las pruebas llevan a la madurez cristiana cuando la paciencia tiene su perfecto resultado en ti. ¿Y esto para qué? Santiago lo dice «para que sean perfectos y completos.» La palabra original escrita por Santiago se refiere a alguien completo en su carácter moral, algo completo, terminado o también como alguien maduro lleno de virtudes. 

Santiago añade más énfasis con «y cabales o completos» la palabra cabales significa: entero, completo en todas sus partes, algo perfectamente sano sin defecto, pero me inclinaría por una palabra más contundente: íntegros. 

 

Como creyente maduro debes anhelar la integridad cristiana, desear ser completo en la doctrina, que todas las virtudes del fruto del Espíritu Santo adornen cómo piensas, sientes y actúas: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio, que alcances toda virtud y la excelencia de la mente de Cristo y des amor a todos sin distinción de personas. Un cristiano íntegro.

Pero, Santiago, ¿cómo logró eso? A través de la paciencia que produce la prueba. Aquí vamos al inicio del versículo. Lo primero que debes recordar es que los beneficios de la prueba sólo se dan a aquellos que, ante la prueba, reaccionan de manera adecuada, es decir, con «sumo gozo» porque esto permitirá que la paciencia o resistencia haga su trabajo.

 

Esto va en concordancia con lo que Pablo escribe en Romanos 5:3-4 «también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza.»

John MacArthur comenta este versículo y dice con respecto a la paciencia: «se refiere a la resistencia y la capacidad de mantenerse firme bajo peso y presión tremendos, sin sucumbir.»

 

Jesús es el ejemplo perfecto: su mejor obra fue su obra final y su paso más fuerte fue su último paso. Jesús podría haber abandonado la carrera, pero eligió continuar, por ti y por mí. Él eligió enfocar su atención en el premio eterno con paciencia y no solo terminó bien la carrera, sino que la terminó con fuerza. 

Tu y yo estamos llamados a hacer lo mismo. Fuiste invitado a una carrera y encontrarás pruebas, resistencia y oposición, pero la resistencia y la capacidad que tengas será esencial para llegar al otro lado convertido en una persona íntegra, madura con toda virtud y excelencia porque habrás avanzado un poco más hacia la mente y el conocimiento de Cristo. 

Santiago va más allá y continúa el versículo 5: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.»

¿Cómo afrontar las pruebas con gozo? Para esto hace falta sabiduría y para Santiago, que es judío, la sabiduría no es el mero conocimiento profundo de las cosas, como lo era para los griegos de su época. Por ejemplo, alguien dijo acerca de esto: «un griego diría que una rueda es un elemento de forma circular y que está compuesto de ejes, radios y circunferencia, un maestro judío diría que una rueda sirve para trasladar objetos de peso con menos esfuerzo.»

 

A todos nos hace falta sabiduría, pero no la sabiduría superficial, trivial o proverbial humana sino la que desciende de lo alto, la que es de Dios, la sabiduría es aquel medio por el cual puedes discernir la aplicación de la voluntad de Dios a lo esencial y básico de tu vida

¿La necesitas? Sí, entonces pídela a Dios. Está al alcance de una oración con fe «Porque el SEÑOR da sabiduría, De Su boca vienen el conocimiento y la inteligencia.» Prov 2:6. Dios es su fuente, sólo Él la tiene porque Dios mismo es sabiduría en su misma esencia, no la alcanzas con experiencia de la vida, por méritos o esfuerzos humanos, ni leyendo libros de motivación personal. No, lo que se requiere es que leas la Biblia, profundices en ella y que tengas la humildad de pedirla aceptando la soberanía de Dios porque «da a todos abundantemente y sin reproche». O «Pidan y se les dará, nos dice Jesús en Mateo 7:7 o el mismo Santiago nos dice: Ustedes «No tienen, porque no piden.» en 4:2.

Calvino dice: «Cuando vemos que Dios no nos exige lo que está por encima de nuestras fuerzas, sino que está dispuesto a ayudarnos si se lo pedimos, cada vez que nos ordene hacer algo aprendamos a pedirle de su poder para realizarlo.»

 

Stg 1:6 «Pero que pida con fe, sin dudar. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra.»

Porque sin fe es imposible agradar a Dios y Santiago nos dice que la pidamos. Nota que Dios nos da algo y nos premia por tenerlo. Para agradarle debemos tener fe en Él, pero si no tenemos esa fe, se la podemos pedir y así ser agradables a Él.

Santiago usa el imperativo «pida» en presente para pedirle a Dios también sabiduría, es decir, una actitud constante de oración y con una fe que implica una firme confianza en el carácter de Dios, no solo una esperanza vaga y débil. 

Ahora, la fe debe estar puesta en Dios, no en la oración. En Marcos 11:22 Jesús les dice a sus discípulos: «Tengan fe en Dios.» Entender esta diferencia es importantísimo porque como dijo alguien: «La persona que tiene fe en la oración es la que piensa que, por el hecho de orar, las cosas van a suceder como él quiere. La persona que tiene fe en Dios, cree que Él es poderoso para hacer lo imposible, pero confía también en que, en Su sabiduría, Él sabrá lo que es mejor.»

Santiago continúa con una analogía en el resto del versículo 6 y el 7 «Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor.»  

Si dudas es porque tienes un concepto equivocado de Dios ya que crees que Dios o no puede o no quiere y esa actitud es incredulidad práctica. Cuando dudas, puedes orar, pero no creer que Dios puede proveerte de sabiduría, en esos momentos eres como ese mar inquieto que se mueve de un lado hacia otro, no solo reflejas inestabilidad y falta de dirección, sino que, así como las olas son movidas por fuerzas externas y que no tienen su propia voluntad o determinación, tampoco tú la tienes.

 

Te mueves de acuerdo a las situaciones a tu alrededor o si tienes el favor o apoyo de otra persona o no, tu estado de ánimo está anclado a la voluntad de otra persona o a los vientos de las situaciones económicas, sociales y hasta políticas, pero no anclada a la voluntad de Dios. 

Vienes a la iglesia, pero eres débil porque cuando entras en una prueba, comienzas a dudar, pelear con Dios, te enojas con Dios y te vas porque tu fe estaba anclada a cualquier otra cosa menos a Dios. En lugar de cultivar una mente entendida, una voluntad anclada a Dios y un corazón que cree, lo que haces es vacilar e ir de un lugar a otro.

 

«Ese hombre», dice Santiago, con algo de desdén y de ironía, «ese hombre» no piense que recibirá cosa alguna del Señor o dicho a lo colombiano, «será más fácil que una vaca vuele» a que «ese hombre reciba algo». Lo triste es que esa persona que podemos ser tú o yo, seguirá en la miseria de esa prueba, controlada por sus emociones sin conocer lo que una petición con fe en Dios, le permitiría conocer.

La fe es una postura diaria de tu alma frente a Dios, no es solo racional, es relacional. Se expresa por medio de la oración que fortalece esa relación filial con tu Padre que está en los cielos. Él no necesita que ores, pero Él te manda que ores, para desarrollar una relación cada vez más íntima y madura con Él.

 

De lo contrario, sólo serás de una persona de doble ánimo como lo leemos en el Versículo 8 siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos. 

El doble ánimo es como una “división interior espiritual”, una especie de fe fragmentada: por un lado, confías, por otro, dudas; por un lado, oras, por otro desconfías.

No es que tengas poca fe, sino que tienes el alma dividida entre Dios y otras cosas como tu propia lógica, tu ansiedad, tu orgullo o algún otro pecado que no quieres soltar.

Por un lado, tienes una voz en tu corazón que dice «confía en el Señor» y por otro lado, otra voz que te dice: «hazlo a tu manera». Vives con un conflicto sin resolver en tu interior, pero mientras vivas con una fe vacilante nunca, jamás perseverarás.

Conclusión

En Japón existe una técnica de restauración que se llama «Kintsugi» donde, cuando una vasija o porcelana se rompe, no se tira a la basura, sino que el artesano la repara. Lo hace usando oro fundido para volver a unir cada fragmento, pero las grietas no quedan escondidas, sino que se honran. El resultado es una vasija más valiosa, más hermosa, como tú, al recibir y aplicar el mensaje de hoy a tu vida porque, entonces, tus heridas brillarán.

Esas son las pruebas, no son el fin sino el principio de una magnífica obra perfecta que jamás te destruirá, sino que te purificará para llevarte ser un ser íntegro cada vez más parecido a la plenitud de Cristo, pero sólo si confías 100% en la voluntad de Dios para que Él use Su oro: Su paciencia, Su sabiduría y tu fe sin doblez, para que seas restaurado.

El apóstol Santiago no te dice en ningún lado de su carta que debes entender el dolor, sino que debes abrazarlo con sumo gozo, sin huir de las pruebas, ni renegando de ellas, sino caminar con confianza sobre ellas. 

El mismo Dios que te prueba, es el mismo que tiene la sabiduría para que resistas, pídela con fe porque Él no pide una fe perfecta, pero sí una fe entera, sin doblez. La buena noticia es que no rechaza al que va a Él con humildad, si tu fe es defectuosa, Él puede hacer crecer tu fe y sanar ese corazón dividido: «Señor: Creo; ayúdame en mi incredulidad». 

Allí donde estás, renuncia a tu incredulidad, pide perdón por tu fe fingida y clama a Dios para que te haga un hombre, una mujer de una sola alma, que te haga firme, estable, una persona que pide con fe… y que recibe.

Si tu fe es firme, tendrás una vida firme, si oras confiado tendrás una vida santa y una vida santa es el reflejo más brillante de Cristo en ti. Ese es el oro que Dios pondrá en ti.

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Gildardo Marín Galvis Predicador

La contundencia de la Fe

Estimular a IFRAN a vivir una fe firme que pide y recibe sabiduría, produce paciencia en la prueba y forma santidad.

📖Santiago 1:4-8

🗓28 de  Septiembre de 2025