La evidencia del amor en acción

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Propósito:
Un elemento de la gran filosofía de vida es que todos tenemos ciertos derechos inalienables.
Entre los principios más importantes que propugna la declaración de independencia están: la vida, la libertad, y la búsqueda de felicidad. En este tiempo, en este siglo 21 el número de supuestos derechos ha aumentado en gran manera. Se han desarrollado movimientos por los derechos civiles, los derechos de la mujer, los derechos de los niños, los derechos de los trabajadores, los derechos de los prisioneros, etc. etc. Nunca una sociedad se ha preocupado tanto por los derechos humanos.
Por encima de todo, el hombre pecador quiere lo que cree que le pertenece; y en el proceso de proteger lo que es suyo, también está inclinado a causar considerable problema a cualquiera que toma lo que le pertenece. Las represalias, por lo general con gran interés, son de extensión natural del egoísmo.
Se ha tergiversado tanto el concepto de justicia que inclusive llegamos a idolatrar a ese héroe que defiende lo que le pertenece sin que importe quién pueda ofenderse.
La preocupación excesiva por los propios derechos viene del egoísmo desmesurado y conduce hacia una anarquía desmesurada.
El respeto por la ley y por el bienestar de otros siempre está entre las primeras y principales víctimas de afirmación personal. Cuando el yo está en primer plano, todo lo demás y todos los demás son empujados a un segundo plano.
Cuando nuestra suprema preocupación es obtener y conservar lo que creemos nuestro por derecho, entonces quien quiera o cualquier cosa que se interponga en nuestro camino, incluso la ley se vuelve prescindible (principio de la anarquía).
Escúcheme le digo esto, cuando nuestra lucha por nuestros derechos se vuelve una norma de vida, siempre se tiende a pisotear a los demás porque estos son empujados a un segundo plano.
Cuando domina el interés personal, la justicia es reemplazada por venganza. La preocupación imparcial por justicia se convierte en preocupación parcial por venganza personal. La preocupación por proteger la sociedad se convierte en preocupación por proteger el interés personal. En el libro de Santiago encontramos que dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
Cuando los derechos son primero, la justicia sufre.
La ley fue dada para frenar el pecado y controlar la maldad, pero los falsos maestros torcían esta enseñanza, como muchos hoy en día también lo hacen. CRISTO DEMANDA A LOS SUYOS MORIR AL YO La biblia dice en la carta a los romanos cap.12:17-21. El desquite vengativo no tiene cabida en la sociedad en general, y mucho menos entre aquellos que pertenecen a Cristo.
Mateo 5:38-42
Es probable que ninguna parte del sermón del monte haya sido tan mal interpretada y, por tanto, aplicada erróneamente, como esta porción. El pasaje se ha interpretado en el sentido de que los cristianos deben ser moralistas, que deben dejarse maltratar. Los versículos se han usado para promover pacifismo, objeción de conciencia al servicio militar, desorden, anarquía, y a una serie de otras posiciones que el pasaje no admite.
No sé si usted alguna vez leyó un libro de un escritor ruso llamado Tolstoi que basó su novela la guerra y la paz en este pasaje. La tesis de la guerra y la paz es que la eliminación de la policía de las fuerzas armadas y de otras formas de autoridad produciría una sociedad utópica.
El señor Jesús durante todo su ministerio y con énfasis en el sermón del monte ha dejado en claro que no había venido para eliminar ni siquiera la más mínima parte de la ley de Dios, lo cual incluye respeto y obediencia a la ley y a la autoridad humana.
La santa ley de Dios no es desproporcionada y da a cada cual lo que merecen sus obras. Pero recordemos que la ley dada al pueblo no solo contenía principios morales eternos resumidos en los diez mandamientos, sino además sentencias específicas respecto a la relación civil del pueblo de Dios como nación. Mandamientos respecto a cómo dirimir conflictos entre la población, como aplicar justicia en caso de haber delitos e injusticias entre el pueblo. La ley exige justicia. Los pasajes de Éxodo y Deuteronomio donde aparece la frase citada por los escribas y fariseos, y que nuestro Señor viene a declarar correctamente, “ojo por ojo y diente por diente”, está en un contexto de aplicación de la justicia con sentido de proporcionalidad. Es decir, que se actué sin exceder, y por supuesto sin menoscabar, las exigencias de la justicia. Si alguien era culpable de haber herido a otro quitándole un diente, su castigo no podía ser mayor a que él culpable perdiera uno de sus dientes. Los jueces no podían ser imparciales mostrando preferencias en ciertos casos por el motivo que fuera, no podían castigar más a unos que a otros por las mismas faltas, tenían que indagar bien el asunto, y aplicar el sentido de proporcionalidad en todos los casos.
El término ojo por ojo y diente por diente tiene un principio fundamental y es que el castigo debe corresponder con el delito y perseguía dos propósitos:
- Reducir aún más el crimen.
- Evitar castigo excesivo basado en la venganza personal, el castigo debía igualar, pero no superar, el daño causado por el delito mismo.
La ley de ojo por ojo era una ley justa, porque equiparaba el castigo con el agravio. Era una ley compasiva, porque limitaba la propensión innata del corazón humano de buscar venganza más allá de lo que merecía el agravio. También era una ley benéfica porque protegía a la sociedad restringiendo las fechorías.
La reacción egoísta exagerada es la respuesta natural de la naturaleza humana pecaminosa. Estamos tentados a conseguir algo más que lo equitativo. La ira y el resentimiento demandan algún tipo de venganza. “La venganza humana nunca está satisfecha con la justicia”.
Por eso es que Dios restringe la venganza a sí mismo (Romanos 12:19)
El propósito de esta legislación era controlar los excesos, la ira, la violencia y los deseos de venganza. Nadie estaba autorizado para ejecutar justicia por su propia mano, esto era responsabilidad de las autoridades competentes para ello, quienes debían actuar en cada caso de forma imparcial y con sentido de proporcionalidad.
Esta ley buscaba frenar y controlar el caos producido por el pecado.
Dios ha dado disposiciones para frenar el pecado. De modo que no podemos a la luz de este pasaje que nos dice también “no resistáis al que es malo”, pensar que no debe haber policía ni ejército, ni jueces ni autoridad alguna. Son instrumentos de Dios para restringir la maldad, y debemos respetarlos como tal (Rom.13:1-8).
Por el bien de la justicia de Dios, así como por el bien de la justicia humana, los creyentes estamos obligados no solo a respetar la ley si no a insistir en que otros también lo hagan. Reportar delitos es un acto de compasión, justicia y obediencia piadosa, así como un acto de responsabilidad civil. Menospreciar, excusar u ocultar la maldad de otras personas no es un acto de amor sino un acto perverso, porque socava la justicia civil y la divina.
Mi amado, déjeme decirle algo: cuando se abandona a Dios también se abandonan sus normas justas y su ley.
Cuando la iglesia dejó de predicar la justicia, la rectitud, y el castigo eterno de Dios para los perdidos, dejó de predicar la plenitud del Evangelio, y tanto la sociedad como la iglesia han sufrido en gran manera por ese motivo. Y cuando la iglesia dejó de pedir cuentas a sus miembros por las normas de Dios y dejó de disciplinar a sus propias filas, se sacrificó gran parte de su influencia moral en la sociedad. Uno de los legados del liberalismo teológico es la anarquía civil y religiosa.
Al no ver el espíritu de la ley, los falsos maestros de la época de nuestro Señor Jesucristo, apegándose a la letra de la ley, y como algunos hoy, sin ver todo el contexto en el cual se dio, terminaban torciendo la verdadera enseñanza de la Palabra de Dios, esto es al exigir retribución personal, aunque el sentido de la ley era contrario, como bien dice Hendriksen en su comentario: “Sin embargo, los fariseos apelaban a esta ley para justificar la retribución y la venganza personal”.
Con su falsa enseñanza, los escribas y fariseos insistían en la exigencia de sus derechos, de hacerlos valer a toda costa. ¿Nos hemos identificado con esta actitud también nosotros, citamos aún las escrituras para hacer valer nuestros derechos en el marco de nuestras relaciones personales? ¿No es tal vez esto una de las razones de los conflictos de pareja, de los problemas familiares, y de toda nuestra sociedad en general? Todo el mundo exige derechos, pero no están comprometidos con sus deberes. ¿Qué exigimos los esposos, qué exigen las esposas, qué exigen los padres, qué exigen los hijos, los empleados, los empleadores? ¿En qué estamos insistiendo? Cuando se enfatiza los derechos en detrimento de los deberes, en realidad se promueve el egoísmo, la venganza y el odio.
Se dice, por ejemplo: “Tengo derecho a estar indignado, tengo derecho a odiar y no perdonar, tengo derecho a que me pidan perdón, tengo derecho a que me paguen con intereses lo que me deben así se queden en la calle, o, tengo derecho a que el estado me mantenga y me de todo gratis”. “¿Y DE LOS DEBERES QUÉ?”
La ley fue dada para frenar el pecado y controlar la maldad, pero los falsos maestros torcían esta enseñanza, como muchos hoy en día también lo hacen.
CRISTO DEMANDA A LOS SUYOS MORIR AL YO La biblia dice en la carta a los romanos cap.12:17-21. El desquite vengativo no tiene cabida en la sociedad en general, y mucho menos entre aquellos que pertenecen a Cristo.
¡¡¡AMÉN!!!