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La lengua: ¿edifica o contamina?

Prédica La lengua contamina o edifica

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El cuerpo humano fue creado con muchísimas capacidades. Podemos adaptarnos a diversos ambientes, comer gran variedad de alimentos. Ver con precisión a través de nuestros ojos. Sin duda alguna no existe otro ser vivo capaz de igualar nuestros atributos y falta mucho para que la inteligencia artificial tome nuestro lugar.

¿Sabías que cada palabra que sale por tu boca tiene tal poder que con ella puedes traer bendición ó maldición? Puedes edificar o destruir. ¿Sabías también que cada palabra que sale por tu boca refleja claramente lo que hay dentro de tu corazón? ¿Cómo le hablas a tus hijos, a tu esposo(a), a tu madre y padre, a tus hermanos, a tus vecinos, a tus amigos, o a tus enemigos? ¿Te preocupas por hablar a cada uno con gracia y sabiduría para la edificación de sus vidas, o te dejas llevar por la pasión, hiriendo y matando a todo el que se te cruza en tu camino cuando estas de mal genio? 

No solo el que escucha es afectado negativa o positivamente, también el que habla recibe sus consecuencias. “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. (Mateo 12:37) Las personas que no conocen a Dios son descuidados en su hablar, pero los que conocen a Dios (sus hijos) debemos ser siempre prudentes. La lengua es algo importante en la vida de toda persona. La persona que usa bien la palabra, edifica. La persona que usa mal la palabra, destruye.

Santiago 3:1-12

Nos acordamos de las veces que las palabras hirieron lo más profundo de nuestro ser, pero pocas veces recordamos las heridas profundas que nuestras palabras han ocasionado a los demás.

Santiago en el Cap. 1:19 y cap. 2:12 habla acerca de la lengua; pero dedica el capítulo 3 al control de la lengua. La manera en que manejamos la lengua es un gran indicador de nuestros corazones ante Dios. ¡Todos llevamos un arma oculta!

Santiago hace referencia en este capítulo al mal uso que el hombre le ha dado a la lengua. Un pequeño instrumento y órgano que Dios creo en el cual puso en cada uno de nosotros, tanto para saborear alimentos como para hablar. Dios lo creó con el fin de que el hombre pudiera alabarle y glorificarle, pero a la vez Satanás lo utiliza para destruir la obra de Dios.

Santiago en el Capítulo 3 comienza diciendo: Hermanos míos, con estas palabras nos está invitando a ponerle mucha atención.

(v.1-2) Tenemos que ser muy cautelosos cuando nos encomiendan la tarea de enseñar: en el Instituto Bíblico, en la escuela dominical, en una consejería, en la predicación, en nuestros GDV. Debido al tremendo potencial de condenación que su lengua provocara. (seamos prontos para oír y tardos para hablar).

Hay algunas personas que se han desviado de la verdad por esto se debe tener cuidado cuando se delega a alguien para enseñar.

En el libro de Ezequiel se habla de la responsabilidad del maestro. Debemos darle cuentas a Dios de cómo le enseñamos a su pueblo (1 Timoteo 4:16).

Todos ofendemos muchas veces, la lengua es una forma muy dominante con la que fallamos. La lengua está en una jaula que cuando la abrimos hace desastres o construye. Nuestras palabras delatan nuestro corazón.
Si una persona puede dominar su lengua, puede dominar todo su cuerpo.

El peligro de ser maestro se relaciona especialmente con el uso de la lengua porque la lengua es el instrumento:

Más difícil de controlar (Nos domina el impulso).
Más peligroso (las palabras son como flechas, una vez lanzadas no se pueden devolver)
Mas indicador de nuestro estilo de vida (Testimonio).

Una persona puede decir muchas palabras por minuto y varios miles en una hora. ¡Podemos imaginar cuántas palabras habla una persona promedio en un día! Y se estima que las mujeres hablan el doble de palabras al día que los hombres. ¡Podríamos llenar una biblioteca en toda una vida! Si lo hiciéramos, ¿cuáles serían los títulos de esos libros? La lengua tiene una poderosa influencia sobre los demás. Dios está buscando una vida santa, y una de las áreas clave que debemos guardar con toda diligencia es nuestra lengua.

Todos tenemos problemas con lo que decimos. Probablemente por eso la Biblia habla tanto sobre el poder de la lengua. El libro de proverbios está lleno de versículos sobre los aspectos positivos y negativos de la lengua. Los términos lengua, labios, boca y palabras aparecen más de 170 veces en la Biblia.

Además del peligro de ser maestro, Santiago señala la importancia del uso de la lengua por causa del poder que tiene. Se producen grandes resultados de cosas pequeñas (v 3-5).

La Biblia enfatiza que lo que decimos es un indicador de lo que hay en nuestro corazón. Si tus palabras bendicen y animan a otros, dan testimonio de un corazón compasivo. Si a menudo compartes las buenas nuevas acerca de Cristo, demuestras un corazón que está agradecido por tu propia salvación. Cuando otros están en crisis, ¿saben que encontrarán paz y consuelo en tus palabras? ¿Ofrece con frecuencia y espontáneamente oraciones por los demás? ¿Sus palabras y la manera en que las dice revelan un corazón paciente? Todos estos comportamientos indican un corazón que es como el corazón del Padre.

Hemos visto en noticias los grandes incendios forestales, en donde por una pequeña chispa se producen estás grandes catástrofes. Pueden haber manos criminales o no. Pero la lengua es más poderosa y hace más daño que este fuego.

(v 6) Santiago describe las palabras como perversas, nuestras palabras están en un lugar estratégico, entre la mente y el corazón. Nuestras palabras tienen el poder de destruir nuestra existencia y la existencia de otros a los que les dijeron cuando eran pequeños (yo no te amo, yo no te quiero, tu no sirves para nada, yo me arrepiento de haberte tenido). O en el colegio le dijeron (yo no sé qué haces aquí). Las palabras pueden marcar nuestras vidas y las vidas de otros por nuestro pecado, orgullo, soberbia, arrogancia.

(v 7-8) lo difícil que es controlar y domar nuestras palabras. Santiago compara ese poder de domar con las bestias, animales, aves y serpientes. Nosotros vemos en las haciendas los animales que han sido domados, también en los circos incluyendo los leones o los tigres cuando el domador les mete su cabeza en la boca, vemos que han podido ser domados y obedecen a quien los domo. Y nos damos cuenta que es más difícil domar la lengua. La última frase dice que la lengua está llena de veneno mortal. ¿Sera que si tenemos dominio propio podremos controlar nuestra lengua? ¿Esto es lo que hacemos? La lengua o palabras no controladas hacen cosas incoherentes.

Además, nuestras palabras no sólo tienen el poder de traernos la muerte o la vida en este mundo, sino también en el mundo espiritual. Jesús dijo que los hombres tendrán que dar cuenta, en el día del juicio, de toda palabra descuidada que hayan pronunciado. Porque por nuestras palabras seremos juzgados, y por ellas seremos condenados (Mateo 12:36-37).

(v 9-10) Adoramos, Alabamos, bendecimos a Dios y cuando salimos del servicio hablamos mal de Pastor, de los hermanos, e incluso de la palabra predicada, vemos al ujier con mala cara. No podemos bendecir el nombre de Dios y maldecir al mismo tiempo al hermano.

El que no abra la boca, es más respetable porque el Espíritu Santo regenera el corazón y es mejor estar callado que estar en chismes o criticando o dando falso testimonio. Santiago dice: esto no debe ser así. Es imposible bendecir y maldecir.

Nuestro Señor Jesucristo nos recuerda que las palabras que hablamos son en realidad el desbordamiento de nuestros corazones (Mateo 12:35). Cuando uno llega a ser cristiano, hay una expectativa de tener un cambio al hablar; porque vivir para Cristo hace una diferencia en la elección de las palabras.

La boca del pecador está “llena de maldición y de amargura” dice Romanos 3:14; pero cuando entregamos nuestras vidas a Cristo, confesamos con alegría que “Jesús es el Señor” (Romanos 10:9-10). Como pecadores condenados, nuestras bocas son silenciadas ante el trono de Dios (Romanos 3:19), pero, como creyentes, nuestras bocas son abiertas para alabar y glorificar a Dios (Romanos 15:6).

Este tipo de sabiduría sólo viene de la gracia redentora de Dios. Esta sabiduría y el hablar que gobierna nuestra vida, muestra la obra de Dios en nuestros corazones. Donde nuestro hablar y sabiduría es mundana, vemos lo terrenal, y no lo espiritual; vemos de donde proviene la autoridad gobernante. Donde nuestro discurso y nuestra sabiduría se caracterizan por la pureza y la paz, vemos que algo “de arriba” se ha radicado y se está extendiendo a través de nuestras vidas.

Cuando caminamos y hablamos en el poder del Espíritu Santo, derrotamos al enemigo. Si permanecemos en Cristo, su Espíritu fluye de nuestras vidas en palabra y obra a dondequiera que vayamos. Cuando entramos en un lugar donde el miedo es evidente, podemos venir en el espíritu de paz y hablar palabras de vida.

Nuestras palabras pueden ser amables y llenas de amor; nuestras acciones, junto con las palabras pronunciadas con gentileza, paz y autocontrol, demuestran amor aún en medio de nuestros enemigos.

Nuestro hablar y el tipo de sabiduría que gobierna nuestras vidas muestra el estado de nuestro corazón. ¿Estas madurando cada vez más en tus palabras? ¿O encuentras tu lengua un “mal inquieto” que no puedes controlar? La solución es poder aprender a controlar nuestra lengua. Santiago nos ha enseñado que aparte de Cristo, tal exhortación es imposible. La palabra redimida y la sabiduría sólo provienen del trabajo del Dios altísimo. Echémonos a la misericordia de nuestro redentor y oremos para que él continúe su obra de derribar las palabras que ocasionalmente fluyen de nuestras bocas.

(v 11-12) Tres ejemplos para que podamos entender el principio
¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? (Imposible)
¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? (imposible)
Ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. (esto es imposible)

La ira, el chisme, la murmuración y el falso testimonio son pecado, no son errores, son pecado y esto no debe ser hecho por ningún cristiano porque daña y divide la iglesia.

Nos preguntamos: ¿Qué hay en nuestro corazón? ¿está lleno de palabras de verdad? O está lleno de chismes y herejías.

Hagamos una inspección a nuestro corazón, nosotros no podemos servir a dos dioses, El Señor no comparte su gloria con nadie.

Spurgeon dijo: usted puede tener la seguridad de que Cristo no va a vivir en la sala de su corazón, si al mismo tiempo usted y yo hospedamos al diablo en el centro de nuestros pensamientos. Es una imposibilidad. Jesús no puede estar aquí, si el diablo esta aquí.

Cuando estés pasando por la adversidad, daté cuenta del tremendo poder de tus palabras y di: “Voy a ver las palabras que salen de mi boca”. Esta es una oportunidad de morir para mí y vivir para Jesús”.

Los cristianos son aquellos cuyos corazones han sido cambiados por el poder de Dios, un cambio reflejado en nuestras palabras. Recuerde, antes de ser salvos, vivíamos en muerte espiritual. Pablo describe a aquellos que están muertos en pecado: y que sus gargantas son tumbas abiertas (Romanos 3:13). Nuestras palabras están llenas de bendición cuando el corazón está lleno de bendición. Así que, si llenamos nuestros corazones con el amor de Cristo, sólo la verdad y la pureza pueden salir de nuestras bocas.

Nos acordamos de las veces que las palabras hirieron lo más profundo de nuestro ser, pero pocas veces recordamos las heridas profundas que nuestras palabras han ocasionado a los demás.

Que el poder de la lengua y de nuestras palabras sean usados por Dios para manifestar el poder de nuestra fe. Prepárese para dar la razón por la cual amamos al Señor en cualquier momento, a cualquiera. Nuestras palabras deben demostrar el poder de la gracia de Dios y la vida en el Espíritu Santo en nuestras vidas. Que Dios nos capacite para usar nuestras palabras como un instrumento de su amor y gracia salvadora.

Conclusión

Pidámosle al Señor Dios Rey de los ejércitos que purifique nuestros corazones de tal manera y a tal grado que vivamos para sanar, libertar, edificar y traer gozo y no tristeza, con cada una de nuestras palabras y a la misma vez ser nosotros mismos saciados de bien por el fruto de nuestros labios.

Oremos por un corazón que produzca buenas palabras en el momento adecuado. La meditación de la palabra, el arrepentimiento y la sumisión a Dios obrarán por el Espíritu Santo los cambios necesarios. Dios desea controlar y usar nuestro hablar para lograr sus propósitos eternos.

¡¡¡AMÉN!!!

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Predicador Gabriel Gómez IFRAN

La lengua: ¿edifica o contamina?

📖 Santiago 3:1-12

🗓 01 de Octubre de 2023