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La oración que no es oración

La oración que no es oración

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Introducción

Llevamos varios domingos hablando acerca del tema de la oración y aunque pasáramos el resto de nuestras vidas hablando de este mismo tema, ninguno de nosotros puede comprender exactamente cómo funciona la oración dentro de la mente y el plan infinito de Dios.

Para nosotros como creyentes es indiscutible que Dios es soberano, que él puede hacer como quiera, a la hora que quiera, y como quiera, así lo dice la palabra de Dios. Y dentro de la soberanía de Dios el pide a su pueblo que supliquemos en oración, que imploremos en oración su ayuda, su guía, su protección, su provisión y misericordia pero sobre todo su perdón e innumerables necesidades más.

No ha habido nación que tuviera una idea más elevada de la oración que los judíos; y ninguna religión ha valorado la oración por encima de ellos Dentro de sus prioridades. Los rabinos decían: “grande es la oración, más grande que todas las buenas obras”.

También decían: “el que practica la oración dentro de su casa la rodea de un muro protector que es más fuerte que el hierro”.

El Señor Jesucristo continúa su contraste de la justicia verdadera con la falsa, en particular con la falsa justicia tipificada por los escribas y fariseos, Los versículos 5 al 8 del capítulo 6 ponen al descubierto su oración igualmente hipócrita. Sus oraciones eran defectuosas en su pretendida audiencia y en su contenido.

El pecado nos seguirá al interior de la misma presencia de Dios; y ningún pecado es más poderoso o destructivo que el orgullo. En esos momentos en que llegamos delante del Señor en adoración y pureza de corazón podríamos ser tentados a adorarnos a nosotros mismos

Mateo 6:5-8

Los judíos habían introducido en sus hábitos de oración algunos defectos, podríamos decir que esos defectos no eran por negligencia sino por una devoción mal entendida.

Verbigracia lo que sucede hoy por hoy, muchos cristianos oran con una muy buena intención pero con un muy mal conocimiento de lo que verdaderamente significa la búsqueda De Dios a través de la oración.

Ninguna religión ha tenido nunca una norma y una prioridad más alta para la oración que el judaísmo. Como pueblo escogido de Dios los judíos eran los destinatarios de la palabra escrita. De esa manera lo asegura el apóstol Pablo en la carta a los romanos cap.3:1-2.

Dios habló directamente a Abraham y a muchos de sus descendientes, y ellos hablaron directamente con él. Ningún otro pueblo como raza o como nación, ha sido alguna vez tan favorecido por Dios o había tenido comunicación tan directa con él. De todos los pueblos, ellos debieron haber sabido cómo orar; pero no lo hicieron. Al igual que todos los demás aspectos de su vida religiosa, su oración había sido corrompida y pervertida por la tradición rabínica.

En su mayoría, los judíos estaban totalmente confundidos en cuanto al modo de orar como Dios realmente quería.

Como dije hace un momento los hábitos de oración habían sido corrompidos; por una parte, la oración se había vuelto un ritual. La fraseología y las formas de las oraciones estaban establecidas, y luego simplemente se leían o se repetían de memoria. Tales oraciones pudieran hacerse casi sin prestar ninguna atención a lo que se decía. Era meramente un ejercicio religioso rutinario y lo practicaban generalmente de una manera inconsciente.

William Barclay dice en su comentario: “existen para la religión judía dos piezas que estaban prescritas para su uso diario entre ellos:

la primera era la Shemá: que consistía en 3 textos de la escritura; Deuteronomio 6:4-9, 11:13-21, y números 15:37-41. Shemá Forma parte del verbo hebreo oir y toma su nombre de la primera palabra del versículo que es la esencia y el centro de todo asunto: “oye, oh Israel: el señor nuestro Dios es un único Señor”.

Un judío fiel repetía la shemá temprano en la mañana y otra vez en la noche.

Había muchos que amaban la Shemá, y que la repetían con reverencia, adoración y amor; pero era inevitable que muchos la dijeran atropelladamente, y siguieran su camino como si nada.

Cómo podríamos tú y yo juzgar o criticar el actuar de los judíos de esa época si hoy que tenemos la palabra de Dios de diferentes formas y de diferentes maneras hemos convertido la oración en un atropello a su palabra, a su intimidad, en una mera rutina que la hacemos por religiosidad por quedar bien ante los demás o por cumplir alejados de toda devoción.

La oración se convirtió para el cristiano de hoy en una mera fórmula mágica.

La segunda cosa que los judíos tenían que repetir diariamente era: “el Shemoneh Esre, qué quiere decir las 18, que encarnaba 18 oraciones para varias ocasiones. Los judíos fieles oraban todas las 18 cada mañana, tarde y noche. En el momento indicado dejaban lo que estuvieran haciendo y ofrecían la oración apropiada. Los momentos más comunes eran la hora tercera (9:00 am), la hora sexta (las 12:00), Y la novena (3:00 pm)

Algunas de ellas son un poema: “que tu misericordia, oh señor, se cierna sobre los rectos, los humildes, los ancianos de tu pueblo Israel y el resto de sus maestros; muestra tu favor con los extranjeros piadosos que hay entre nosotros, y con todos nosotros. Recompensa generosamente a los que confían en tu nombre sinceramente, para que tengamos suerte entre ellos en El Mundo venidero, para que nuestra esperanza no resulte fallida. ¡Alabado seas tú, oh señor, que eres la esperanza y la confianza de los fieles!”

Otra también decía: “haznos volver a tu ley, oh padre nuestro; haznos volver, oh rey, a tu servicio; conviértenos a ti con verdadero arrepentimiento. ¡Alabado seas, oh señor, que aceptas nuestro arrepentimiento!”

Las oraciones rituales podían hacerse con 3 actitudes básicas: sinceridad, indiferencia u orgullo. Aquellos judíos cuyos corazones eran rectos usaban los momentos de oración para adorar y glorificar a Dios pensaban en cada palabra y creían sinceramente lo que oraban.

Otros experimentaban las palabras de modo superficial, murmurando las sílabas tan rápido como les era posible a fin de terminar.

La segunda falta que se había introducido en la vida de oración judía era el desarrollo de oraciones prescritas por cada objeto y cada ocasión. Había oraciones para la luz, las tinieblas el fuego, la lluvia etc. La intención original era llevar todo aspecto de la vida a la presencia de Dios, sin embargo, al hacer las oraciones prescritas y formalizadas se socavaba ese propósito.

Una tercera falta, era la practica de limitar la oración a ocasiones y tiempos específicos. La oración se ofrecía cuando llegaba el momento dado o surgía la situación.

Una cuarta falta estaba en hacer y apreciar largas oraciones, creyendo que la sanidad la devoción y el crecimiento espiritual estaban en proporción directa con su tamaño.

La cuestión no está en lo larga de la oración, sino la intención del corazón con que se hace. La falta realmente está con el pretexto a fin de impresionar a otros con nuestra religiosidad. (las largas oraciones en las comidas por ejemplo). Los antiguos rabinos sostenían que mientras más larga la oración era más probable torcer la voluntad de Dios y que esta oración fuera escuchada por él. La verborrea se confundía con propósito, y la longitud se confundía con sinceridad.

Una quinta falta eran las repeticiones sin sentido, basadas en religiones paganas. Lo que está mal no es la repetición sincera y correctamente motivada de necesidades o alabanzas delante de Dios, sino el recital sin sentido e indiferente de mantras o fórmulas mágicas que parecen espirituales y que se expresan una y otra vez. No solo nuestros corazones deben ser justos antes que Dios oiga nuestra oración, Sino también nuestras mentes. La oración irreflexiva es casi tan ofensiva a Dios como la oración carente de sentimientos. En la mayoría de casos una y otra van de la mano.

Sin embargo, la peor de las faltas era la de querer ser vistos y oídos por otras personas, en especial sus compatriotas judíos. La mayor parte de las otras faltas no necesariamente eran malas en sí mismas, pero las llevaban a extremos y las usaban en formas sin sentido. Pero esta falta era intrínsecamente mala, porque venía del orgullo y tenía la intención de satisfacerlo. Cualquier forma que la oración pudiera haber tomado, el motivo era vanagloria pecaminosa, que constituía la perversión definitiva de este medio sagrado de glorificar a Dios.

Por eso el señor Jesús se enfocó en: “Cuando ores, ¡no seas como los hipócritas!”, la oración que se enfoca en uno mismo siempre es hipócrita, porque por definición el enfoque de toda oración debería ser Dios.

Los escribas y fariseos hipócritas oraban por el mismo propósito que hacían todo lo demás: atraer la atención y producir honra para ellos mismos. Esa era la esencia de su justicia acerca de la cual Jesús declaró que no tenía parte en su reino.

Hoy existen en las iglesias muchos cristianos hipócritas de los que el señor Jesús habla en este texto, cristianos que están realmente convencidos que, al realizar ciertos actos religiosos, entre ellos varios tipos de oración, se harían más visibles y aceptables ante Dios, personas que se creen espirituales por encima de muchos cuando lo único que han hecho es vestir su vieja naturaleza con atavíos religiosos.

Escúchame lo que te quiero decir nada es tan sagrado que Satanás no lo invada. De hecho, mientras más sagrado sea algo, más desea profanarlo el diablo.

Sin duda, pocas cosas le agradan más que interponerse entre los creyentes y su señor en la sagrada intimidad de la oración.

El pecado nos seguirá al interior de la misma presencia de Dios; y ningún pecado es más poderoso o destructivo que el orgullo. En esos momentos en que llegamos delante del señor en adoración y pureza de corazón podríamos ser tentados a adorarnos a nosotros mismos.

El verdadero mal de esos adoradores hipócritas, ya sea en las sinagogas o en las esquinas de las calles, era el deseo de mostrarse para ser vistos de los hombres. No es malo orar en cualquier lugar, pero cuando lo hacemos en lugares donde allá más cantidad de personas es simplemente el deseo de mostrarnos no de adorar.

La definición básica de oración es “comunión con Dios” y si él no está involucrado, solo existe un simulacro de oración. No solo que Dios debe estar involucrado, sino centralmente involucrado. La oración es la provisión de Dios; es la idea de Dios, no del hombre. No podría haber oración si Dios No se dignara a hablar con nosotros, y no podríamos saber como orar si él no hubiera decidido instruirnos.

La enseñanza del señor Jesús es clara, la frase cuando ores implica gran libertad, el lugar lo que aquí llaman aposento podría ser cualquier lugar, la idea es hacer de ese lugar algo muy privado Santo para la intimidad con Dios.

El propósito del señor Jesús en esta porción del sermón del monte no está en la prohibición de orar en público o de un lugar determinado, tiene que ver con la actitud. El dice que si es necesario vayamos al lugar más apartado y privado que podamos encontrar, a fin de no ser tentados a aparentar, cerrar la puerta, es más bien cerrar todo nuestro entorno, todo nuestro pensamiento para concentrarnos en la intimidad con Dios.

¡Hagamos todo lo que tengamos que hacer para alejar la atención de nosotros y de otros, y pongámosla en él y solo en él!

Con mucha regularidad Jesús se apartaba de sus discípulos para orar completamente a solas. Nuestros familiares o amigos podrán saber qué estamos orando, pero lo que decimos no está destinado a que lo oigan, por eso gran parte de nuestra vida de oración debe de ser literalmente en lo secreto.

Pero que el padre esté en secreto no significa que el no esté presente cuando oramos en público, con nuestras familias, o con otros grupos pequeños de creyentes. Él está presente cuando y donde sus hijos le buscan. El propósito del señor Jesús tiene que ver con la sencillez de la intención. La oración verdadera siempre es íntima. Si el corazón está bien y concentrado en Dios en una manera real y profunda, hasta orar en público nos encerrará a solas en la presencia de Dios.

Cuando nuestra oración es como debe ser, el padre que ve en lo secreto nos recompensará en público. El secreto más importante que el ve no son las palabras que pronunciamos en la privacidad de nuestra habitación, sino los pensamientos que tenemos en la privacidad de nuestros corazones.

Orar es expresar las necesidades, las cargas y el hambre de nuestros corazones delante de nuestro padre celestial, que ya sabe de qué cosas tenemos necesidad pero que quiere que se las pidamos.

El desea oírnos, comunicarse con nosotros, más de lo que podríamos alguna vez querer comunicarnos con él, porque su amor por nosotros es más grande que nuestro amor por él. La oración es darle a Dios el lugar, el momento para que él pueda manifestar su poder, su majestad, su amor y su providencia.

Orar correctamente es orar con un corazón devoto y con motivos puros. Es orar con la atención centrada en Dios y no en otras cosas. Es orar con sincera confianza en que nuestro padre celestial oye y contesta toda petición que le hacemos con fe. Él siempre recompensa nuestra devoción sincera con respuesta misericordiosa.

Sin nuestra petición es sincera pero no según su voluntad, el contestará en una manera mejor de lo que queremos o esperamos. Pero siempre contestará.

Cuando Dios es realmente la audiencia de nuestra oración tendremos la recompensa que solo él puede dar. El señor Jesús no ofrece ninguna idea en este pasaje acerca de cuál será la recompensa o el pago de Dios. La importante verdad es que Dios bendecirá de modo fiel e infalible a aquellos que llegan de él con sinceridad. Sin duda alguna, el señor recompensará. Quienes oran sin franqueza y con hipocresía recibirán la recompensa del mundo, y quienes oran con sinceridad y humildad recibirán la recompensa de Dios.

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Predicaciones por el Pastor César Muñoz Serna Iglesia Familiar de Restauración IFRAN

La oración que no es oración

📖 Mateo 6:5-8

🗓19 de Noviembre de 2023