Juzgar o no juzgar
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Introducción
Permítanme resumir mi predica del domingo anterior antes de continuar con el siguiente texto que da la impresión de ser una contradicción a lo que viene hablando el predicador sagrado del Sermón del monte:
El individuo que tiene la mente y la actitud de los ciudadanos del reino, aquel que es pobre en espíritu, que muestra humildad, y que tiene hambre y sed de Justicia de Dios, será quien por encima de todo ve y se entristece por su propio pecado.
El señor Jesús ofrece aquí en el versículo 5 el correctivo para el tipo equivocado de juicio mostrando el equilibrio adecuado de humildad y convicción, pobreza de espíritu, y poder en el espíritu. El mandato del señor es: “saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Lo primero que debemos hacer es confesar nuestro pecado, que a menudo es el pecado de arrogancia moral y de un espíritu condenador hacia los demás, y pedirle a Dios que nos limpie.
Cuando nuestro propio pecado es limpiado, cuando la viga se ha quitado de nuestro propio ojo, entonces veremos con claridad el pecado de nuestro hermano y podremos ayudarle.
Luego veremos todo con claridad: a Dios, Los demás, y a nosotros mismos. Veremos a Dios como el único juez, a otros como pecadores en necesidad que son como nosotros mismos. Veremos a nuestro hermano como un hermano, en nuestro propio nivel y con nuestras debilidades y necesidades.
Este equilibrio adecuado de humildad y buena voluntad esta reflejado en el salmo 51, mira conmigo los versos 10, 12-13
El apóstol Pablo nos aconseja en Gálatas 6:1 Toda confrontación de pecado en otros debe hacerse en mansedumbre, no en orgullo. No podemos representar el papel de juez: sentenciar como si fuéramos Dios, no podemos representar el papel del superior, como si estuviéramos exentos de las mismas normas que exigimos de otros, no debemos representar el papel del hipócrita: culpar a otros mientras nos excusamos a nosotros mismos.
Permíteme te hago la siguiente ilustración: “cuando alguien murmura contra ti neciamente, antes de entrar en una discusión igualmente necia, o en una defensa que en nada conduce, primero discierne en oración:
- ¿de qué corazón ha salido la murmuración?
- ¿Es un corazón sabio y humilde?
- O por el contrario es un corazón enfermo que destila venganza.
- O te ama y te mira a los ojos con humildad y mancedumbre.
Entonces después de discernir estas cuatro preguntas haces un alto y evalúas, sigues adelante sin enojarte, perdonando su ignorancia y diciendo como el Señor Jesucristo dijo en la Cruz: “perdónalos porque no saben lo que hacen o dicen”, o te pones a pelear neciamente perdiendo un tiempo precioso en la búsqueda del Dios grande poderoso sublime y temible. Recuerda lo que dice el cap. 7:2 de Mateo
Mis amados en esto de juzgar también hay peligros hasta para el creyente verdaderamente humilde y arrepentido:
El primer peligro: es concluir que no tenemos el derecho de oponernos a doctrinas equivocadas o a prácticas erróneas en nuestra iglesia para no caer en un fariseísmo crítico. De ser así no estaríamos dispuestos a confrontar a un hermano pecador como el señor claramente nos llama a hacer.
El segundo peligro: está estrechamente relacionado con el primero.
Si tenemos miedo de confrontar la mentira y el pecado en la iglesia estaremos inclinados a volvernos críticos y a no tener discernimiento. La iglesia, y nuestra propia vida, estarán cada vez más en peligro de corrupción.
Al darse cuenta de la influencia del pecado en la congregación el Apóstol Pedro animó fuertemente a que la iglesia cumpliera su papel de confrontar cuando declaró en 1ª Pedro 4:17. Los creyentes deben tener discernimiento y hacer juicios adecuados cuando sea necesario. Por eso el Señor Jesucristo dijo
El Señor Jesús quiere que juzguemos con rectitud y que no juzguemos por las apariencias, sino más bien, que juzguemos el fruto de las palabras y acciones.
Mateo 7:6
Uno de los pasajes más difíciles del Sermón en el Monte es este ¿Por qué?, Porque Jesucristo hace algunas declaraciones que parecen contradecir lo que dijo anteriormente sobre la censura. Acababa de instruir a Sus discípulos que no juzgaran ni condenaran a los demás.
En los versículos 1-5 Cristo instruye que no debemos juzgar, pero luego en el versículo 6 dice a los discípulos que deben juzgar correctamente. En Juan 7:24 el Señor Jesús dice: “No juzguen por la apariencia, sino juzguen con juicio justo”.
Por lo tanto, hay una manera de juzgar injustamente y una manera de juzgar con rectitud. El mandato es de no juzgar injustamente, lo cual es juzgar de una manera censuradora y por apariencia.
El Señor Jesús quiere que juzguemos con rectitud y que no juzguemos por las apariencias, sino más bien, que juzguemos el fruto de las palabras y acciones.
Esto que el señor Jesús acaba de decir en el versículo 6 es como una bomba que destruye por completo la interpretación sentimental de que, en nombre de la humildad y el amor, nunca debemos oponernos a lo malo ni corregir a los transgresores. Está claro que Jesús no excluye todo tipo de juicio. En realidad, aquí ordena muy claramente cierto tipo de juicio adecuado, al igual que en los versículos anteriores prohíbe una clase errónea de juicio.
Cristo dijo a Sus discípulos, “No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y volviéndose los despedacen a ustedes” (Mateo 7:6). Cuando Jesús dio este mandato probablemente pensaron: ¡Vaya! ¿Por qué diría tal cosa? Esto suena muy severo. Pero ¿es severo o es discernimiento esencial que los protegerá e impedirá que ridiculicen la verdad de Dios?
En el versículo 5, Cristo manda a los discípulos que saquen la viga de su ojo para ver claramente y así poder sacar la paja del ojo de su hermano, solo entonces tendrás la humildad necesaria para sacar la paja del ojo de tu hermano. La humildad es esencial para poder ayudar a los demás y para no juzgar injustamente.
Una vez que hayas hecho el examen de consciencia, tendrás un corazón humilde y el discernimiento necesario para reconocer a aquellos que Jesús llama perros, cerdos y lobos. Pero volviendo a lo que Jesucristo dijo sobre la paja que se debe sacar—esto es algo que quiere que hagas. Primero tienes que lidiar con tus propias faltas para después poder ayudar a otros con las faltas de ellos.
Pero ¿cómo sabes cuándo debes sacar la paja o cuándo debes dejar a la persona en paz? Jesús dijo claramente que no debes dar lo santo a los perros, cerdos o lobos vestidos de ovejas. Es por eso que Jesús dijo, “No den lo santo a los perros”. La frase, “no den”, es un mandato preciso. Entonces, ¿cómo sabes cuándo debes dar lo santo y cuándo no? ¿Cómo determinas quién es un perro, cerdo o un lobo vestido de oveja? por su fruto; el fruto de sus palabras y el fruto de su conducta. Esta es la mejor manera de determinar quiénes deben escuchar la verdad de las cosas santas y quienes no.
Perros, cerdos y lobos vestidos de ovejas son tres metáforas muy impactantes. Estas metáforas son una advertencia para todos los creyentes. Te toparás con personas como estas, por lo tanto, tienes que prestar atención a esta advertencia. Necesitas discernimiento para juzgar acertadamente cuando estás en la presencia de un perro, un cerdo o un lobo.
Hay ocasiones en las que te encontrarás con personas que no debes tratar de aconsejar y con las cuales no debes compartir el evangelio ni tratar de sacar la paja de su ojo.
En el versículo 6 Jesucristo nos da dos formas de discernir quién es un perro, un cerdo o un lobo. Él dijo que éstos toman las cosas santas de Dios y “las pisoteen”. En otras palabras, toman las perlas de la santa Palabra de Dios que compartes con ellas y las pisotean, en sentido figurado significa rechazar con desdén y burlarse de lo que dices.
Segundo, debes considerar el fruto de su actitud. Jesús advierte a los discípulos lo que les harán: “volviéndose los despedacen a ustedes”. En otras palabras, te criticarán, se burlarán de ti, te maldecirán y harán cualquier cosa para atraparte en el lodo de su corral. Cristo dice que no quiere que te encuentres en este tipo de situación. Literalmente, quiere protegerte de aquellos que lo pisotearían a Él y a ti.
Para poder obedecer este mandato es necesario determinar quiénes son los perros y quienes los cerdos:
en tiempos bíblicos los perros rara vez se les tenía como mascotas domesticadas en la forma en que los tenemos hoy. A excepción de los que se usaban como animales de trabajo para arriar ovejas. En gran medida eran animales cruzados y medio salvajes que actuaban como carroñeros. Andaban sucios y eran codiciosos gruñones y feroces; además, con frecuencia estaban enfermos. eran peligrosos y despreciados.
Hubiera sido impensable que un judío arrojar a esos perros un pedazo de algo santo, como por ejemplo carne que se hubiera consagrado como sacrificio en el templo.
Los cerdos, eran considerados por los judíos como la personificación de la inmundicia. Un judío nunca hubiera tratado de domesticar a un cerdo, la mayoría de estos animales que se encontraban allí, al igual que los perros, eran salvajes, se alimentaban solos, a menudo en vertederos de basura en las afueras de los pueblos. Al igual que los perros carroñeros, tales cerdos eran codiciosos feroces y asquerosos. Si alguien se ponía entre estos animales y su comida, era probable que se volvieran y lo despedazaran con sus pezuñas y afilados colmillos.
El planteamiento del señor Jesús es que ciertas verdades y bendiciones de nuestra fe no deben comunicarse a individuos que son totalmente antagónicos a las cosas de Dios. Ellos son los perros y los cerdos espirituales que no tienen ningún aprecio por lo que es Santo y justo.
Este tipo de personas tomarán lo que es Santo, las perlas (catalogadas como las joyas más raras y valiosas) de la palabra de Dios como tontería y ofensa.
Un animal salvaje cuya preocupación principal es rebuscar comida en la basura difícilmente apreciará que le arrojen una perla.
Déjeme le digo esto: el señor Jesús no ofreció toda su enseñanza a todos los que estaban escuchando vaya conmigo a Mateo 11:25
En otra ocasión hablaba con sus discípulos, y en respuesta a la pregunta que hicieran acerca de por qué hablaba a las multitudes en parábolas les contesto mateo 13:11,13
Usando como ejemplos las dos mismas especies de animales que Jesús menciona en nuestro texto, el Apóstol Pedro hace una advertencia en 2ª Pedro 2:22
Los perros y los cerdos representan a los que debido a su gran perversidad e impiedad se niegan a tener algo que ver con lo Santo y con las cosas preciosas de Dios, y más bien se esperará a que las pisoteen, y se vuelvan y despedacen al pueblo de Dios.
La persona necia y la insolente son muy parecidas en su forma de ser. Miremos lo que Salomón menciona en Proverbios 23:9. La reacción del insolente es que éste te aborrecerá. Esto es parecido a lo que dijo Jesucristo que los perros te despedazarían. El mandato es el mismo también: “No reprendas a un insolente” y “No den lo santo a los perros”. Estos mandatos dan a entender que algunas personas en este mundo te harán daño cuando los tratas con buenas intenciones. Habrá personas que literalmente querrán despedazarte. Por lo tanto, ten cuidado, tal como advirtió Jesús; y sé sabio como instruyó Salomón.
Habrá ocasiones en que el Evangelio que presentamos será absolutamente rechazado y ridiculizado, Y emitiremos juicio para alejarnos y no hablar más, decidiendo que debemos sacudir el polvo de nuestros pies, y comenzar a ministrar en alguna otra parte.
Habrá veces en que aquellos a quienes testificamos resistiran en el Evangelio y blasfemarán de Dios, y podríamos expresar palabras de juicio. Al igual que el apóstol Pablo debemos decir entonces: “vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles.
El texto que vemos hoy es uno de los dichos más duros del señor Jesús. Debemos tomar en serio el mandato y hacer todo lo posible por obedecerlo, porque es la voluntad del señor.
Sin embargo, debido a que el tema es bastante serio, y aquí podríamos estar inclinados a creernos muy justos y buenos, y ser críticos, debemos depender del señor con cuidado y sinceridad especiales. Aunque determinemos que una persona es demasiado rebelde para oír el Evangelio, o que es un hereje y un falso maestro, seguimos nuestro camino no enjuicio con aire de suficiencia sino con gran desilusión y tristeza, recordando como nuestro señor, cuando se acercaba a Jerusalén por última vez, “al verla lloró” Por quienes se negaron a reconocer y recibir su rey.
Evitar un juicio erróneo y lograr un discernimiento justo es estar marcado como ciudadano del reino celestial